No soy el que era, pero sé quien soy.

viernes, 17 de mayo de 2013

Vuelvo a verte

Y de un día a otro todo cambia, todo se destroza o todo mejora de golpe.
32 años, bajita, profesora de universidad y soltera. Todo por un mínimo error que lo cambió todo.

Comencé a salir con Luis a los 16 años. Siempre nos dijeron que iba a ser un amor adolescente, y así lo creí yo al principio. Rompimos en verano porque no queríamos ser infiel el uno al otro, pero yo no tuve ningún lio de verano. A la vuelta al colegio no comenzamos de nuevo a salir, había que estudiar bastante, pero como si estuviésemos juntos, nos contábamos todo, hacíamos todo juntos… la única diferencia era que nos besábamos en la mejilla y no en los labios, por lo demás éramos novios. A los 18 años estábamos los dos con la cabeza bien centrada y un día me pilló desprevenida y me besó en los labios. Desde entonces volvimos a estar juntos. Mi madre no aprobaba nuestra relación, decía que yo era una chiquilla con la cabeza llena de pájaros y Luis un rebelde sin causa, pero los dos estábamos locamente enamorados.

Estuvimos 4 años juntos, hasta mi último curso de la universidad. En un semestre ya tendría mis notas y sería una profesora oficialmente, mi vida giraba perfectamente, cuando Luis vino muy preocupado un día a mi casa a hablar algo seriamente conmigo. Ese día me dijo que se tenía que ir, se tenía que ir a América por motivos laborales (tenía cuatro años más que yo y trabajaba de ingeniero en una importante empresa del país), al decirme esto mi vida se desplomó por completo. Iba a estar fuera todo un año al menos, pero podía ser prorrogable. Las dos semanas siguientes fueron bastante malas, pero conseguimos llegar a una solución, porque no era fácil mantener una relación a distancia: habíamos acabado. A los pocos días de la ruptura amistosa, él marchó a América y a los cuatro meses me saqué mi grado de profesora.

Entré a trabajar en el instituto donde yo había estudiado, pero los recuerdos me hicieron cambiar de trabajo a un colegio del centro de la cuidad. Allí enseñaba ciencias sociales a los alumnos por la mañana y por las tardes acudía a la universidad a dar clases de historia contemporánea. Pasaron seis meses en los cuáles me comuniqué con Luis y estuvimos al día el uno del otro. Pasaron meses y meses, pero Luis no volvía a Madrid. Cada vez hablábamos menos, nos íbamos distanciando, y llegamos a no hablarnos durante ocho largos meses que pasé dando clases en todas las clases que me pidieron. Me concedieron títulos por mis dotes como profesora, y vivía felizmente en un pequeño piso en Gran Vía. Mi vida volvía a rodar perfectamente.

Dos semanas después de cumplir los 25, recuerdo bien esa fecha, recibí una carta. Una invitación de boda. La de Luis Arranz y Carolina Domínguez. Se iban a casar. Antes e nada mandé una felicitación por correo a Luis y le llamé para intentar comunicarme con él, pero hay una diferencia de unas 6 horas hasta América, así que no estaría en casa. Dos días después me contestó diciéndome que estaba emocionadísimo, que quería a Carol muchísimo y que era la persona más feliz del mundo. Cuando ocurrió todo esto ya habían pasado dos años desde que se marchó. Tengo que admitir que me dolió que se casar cuando yo había tenido algún que otro rollo pasajero, pero nada más.

Desde entonces continué mi rutina habitual, pero apareció Jon en mi vida. Un chico de las Canarias que vino nuevo como profesor de arte al instituto donde yo trabajaba. He de reconocer que hicimos buenas migas juntos. En los descansos solíamos ir por ahí a tomar un café o simplemente dábamos un paseo sin rumbo fijo y hablando de cosas sin importancia. Era un chico perfecto. Todo nos iba genial, y un día como otro cualquiera comenzamos a salir juntos. Tras dos años de relación me fui a vivir con él en un piso cera del retiro.

Todas las mañanas salíamos a correr y terminábamos llenándonos de besos en la cama. Era feliz, por fin, tras mucho tiempo esperando, era feliz. Corté toda relación con mi familia cuando me fui a vivir a Gran Vía, pero quise contar a mi madre lo bien que me iba todo, así que acudí un día a su antiguo piso, donde vivía hace bastantes años. No había nadie, se habían marchado. El portero no pudo decirme con exactitud dónde ni porqué, pero se habían marchado dejándome abandonada. Jon estuvo ahí para consolarme, Jon estaba ahí para todo.

Me acuerdo bien del verano que siguió a todo esto, porque Jon se fue a Canarias a visitar a su familia. Y yo me quedé en mi antiguo pisito de Madrid. Todas las mañanas daba un paseo por mi querido Madrid y admiraba todo, su cielo, sus monumentos… es cierto que hacía calor, pero esta ciudad era mi hogar. Un mensaje de texto fastidió uno de mis pases matutinos con su sonido. Era de Luis. Decía:

“En el Retiro, al lado de los cipreses donde nos escondíamos hace años, dentro de dos horas, te espero”

Estaba en Madrid, no me lo podía creer. Debajo de los cipreses, donde nos escondíamos en la época universitaria de las miradas ajenas para poder besarnos. Donde nos escondíamos de mis padres, el lugar de tantas citas románticas que tuvimos. Corrí a cambiarme a mi piso y a la hora indicada estaba lista y preparada para irme. Cuando llegué no había nadie, así que esperé, y esperé. Cuando ya comencé a pensar que era una broma pesada

“claro, ¿cómo has sido engañada tan fácilmente? Está en América imbécil”

Justo en el momento de marcharse oí una respiración tras de mí y caí al suelo empujado por una persona que surgió de entre los arbustos. Rodamos por el suelo riéndonos como niños, recordando viejos tiempos, y cuando conseguimos tranquilizarnos nos sentamos a hablar pacíficamente. Hablamos de su matrimonio, hablamos de mi vida con Jon, hablamos de todo, pero no de nosotros, ese tema no lo tocamos. En América Luis mantenía su empleo fijo y todo le iba perfectamente con Carol, vivían a las afueras de la ciudad e una pequeña casa en el campo. Estaba anocheciendo cuando se me ocurrió preguntarle que qué le traía por aquí, y la respuesta fue. “Deseaba ver mi precioso Madrid por última vez, despedirme”.

Iba a estar por la ciudad seis días antes de marchar a argentina de nuevo, lo más normal, para siempre. Esos días los aprovechamos, ¡vamos que los aprovechamos! Estuvimos todo el día de aquí a allá haciendo cosas como los buenos amigos que éramos antes de todo, parecíamos dos adolescentes enamorados dando tumbos por Madrid. La noche de antes de marcharse nos fuimos a cenar a un precioso italianos, nuestro restaurante favorito, y después marchamos a ver las estrellas a la casa de campo. Luis se iba muy de madrugada a la mañana siguiente, y dormiría en el avión, pero yo tenía que acudir a una reunión a la universidad, así que no podría ir a despedirle al aeropuerto, por eso estuvimos toda la noche allí hablando. Recuerdo que estábamos en silencio, simplemente disfrutando de la compañía del otro, estaba disfrutando de la compañía de mi mejor amigo antes de verle desaparecer para siempre. Estábamos completamente callados cuando me dijo:

- Su, mi matrimonio no va muy bien. Me precipité demasiado con la idea, y acababa de conocer a Carol. Es una buena chica y somos felices juntos, pero eso no es lo que yo quiero.

Le dejé seguir hablando, supuse que necesitaba desahogarse.

- Carol quiere empezar a tener hijos ya, quiere formar una familia, y lo veo normal. El problema es que no sé si ella es la persona con la que quiero formar una familia, no… no siento lo mismo por ella que lo que sentía por ti, Su… éramos felices, ¿recuerdas? Dos jóvenes adolecentes enamorados. Y lo jodí todo, tuve que irme y fastidiar por completo mi vida, nuestra vida. Llevamos tres años juntos, pero creo que ella no me quiere tampoco a mí como deberíamos querernos, ella sigue queriendo a su ex, que no podía mantenerla debido su reducido sueldo, y por eso se acabó todo. La quiero mucho Su, pero no puedo evitar que pensamientos negativos pasen por mi mente de vez en cuando. Parecemos distantes, no lo que debería ser una verdadera pareja.

Mantuve el silencio que se había formado, y Luis lo volvió a romper:

- Tengo que probar, no hay nada que perder.

Inmediatamente después me tocó la mejilla con la mano derecha y se me acercó peligrosamente sin pedir permiso. No hacía falta que lo pidiera, estaba deseándolo. Puso su otra mano en mi nuca y me besó. Primero posó sus labios en los míos, más tarde el calor mos inundó a ambos y me acercó aún más a él. Nuestros labios se movían desesperadamente, nos necesitábamos el uno al otro, y nos deteníamos a coger aire cada poco tiempo, pero seguíamos abrazados estrechándonos el uno al otro. De pronto la intensidad del beso bajó, y se apartó de mí. Los dos murmuramos a la vez:

- No debería hacer esto, yo… Jon…
- No debería haber comenzado, oh dios… Carol.

Nos despedimos con un beso en la mejilla y los dos muy sonrojados. Nunca supe si fue un buen adiós, porque realmente no lo dijimos, pero ese beso me era necesario en ese momento.

Ya volvió la época de trabajar y reanudé mi trabajo y mi vida con Jon sin decir ni una palabra de mi encuentro con Luis. Pero Jon no era tonto, y me notaba distante. Dejé de dar clases en la universidad para poder dedicar mi tiempo a lo que me gustaba, a hacer deporte. Todos los días salía a correr y a nadar a la piscina municipal y me puse realmente en forma. Jon dedicaba ese tiempo libre a pintar, que era su hobbie, y vendió algunas de sus obras a ricos vendedores que pagaron bastante por ellas. El resto del tiempo lo pasamos juntos. Llevábamos 5 años juntos, pero nunca habíamos hablado del matrimonio, ya que ambos estábamos felices así, juntos y con nuestra vida normal. No hacíamos nada que los otros matrimonios pudieran hacer, así que no había necesidad alguna de casarse.

Notaba que la vida se escapaba de mis manos, que ya no tenía 20 años para divertirme y salir con mis amigas. Ahora mis amigas trabajaban en trabajos aburridos para gente aburrida que vuelven a cualquiera una perdona aburrida. Dejé de quedar con mis antiguas amigas y solo me quedaron un par con las que me seguía viendo. A los 32 años no soportaba más mi monotonía de mi vida, algo iba mal, algo me ataba. Es verdad que Jon se había vuelto un poco presionante durante estos últimos meses, es verdad que no me dejaba salir con tanta facilidad, me retenía en casa, o si me iba me hacía escribir en un papel donde poder encontrarme. Decidí cortar con él antes de que las cosas fueran a peor, antes de que me agobiara tanto que no soportara su presencia.

Los primeros meses fueron duros, pero ahora estoy acostumbrada. 32 años, bajita, profesora de universidad y soltera. Retomé mi trabajo en la universidad y a que  necesitaba tanto tiempo libre, y me hice el carnet de la biblioteca más cercana donde alquilaba películas casi todos los días, de amor, de aventuras, de misterio, de miedo… de todo. Hice nuevos amigos en mi vecindario con los que iba a tomar unas cañas de vez en cuando, y seguí hablando con Jon y saliendo por ahí con él, pero de forma más informal, no serio.

Como siempre, mi vida volvía a ir sobre dos patas cuando comenzaron los problemas. Una noche el vecino del quinto llamó borracho a mi puerta, me apuntó con una pistola y me hizo darle todo el dinero que tenía. Por miedo a ser disparada y que me matara, cogí mi cartera y le di lo que había sacado del banco esa misma mañana. No era mucho, y tenía más dinero en la mesilla de mi habitación, pero bajo llave. Le debió `parecer poco, porque me puso la pistola en la cabeza y me dijo que si no le daba el dinero que tenía dispararía. Me acerqué a mi mesilla y cogí el poco dinero que tenía ahorrado para hacer un viaje a alguna parte del mundo. No era mucho, pero eran mis ahorros. También se los di. No era mucho dinero, pero para una solterona sola que vive en un piso de la Gran Vía era suficiente. Notaba su aliento apestoso en mi cara, tiró la pistola a un lado y me empujó contra la cama. Me aprisionó los brazos y las piernas con fuerza y comenzó a bajarme el pantalón. Me tapó la boca con una mano y me cortó la respiración casi por completo. Iba a ser violada, en mi propia casa. Comencé a dar patadas, pero era un hombre fuerte y yo era bastante delgada y bajita, así que era como intentar mover una roca. Le, mordí con fuerza la mano y conseguí gritar un poco, segundos antes de que m la volviera a tapar. Creí que ya no iba a conseguir nada, me estaba golpeando la cara con ambas manos y ya no tenía fuerzas ni para gritar, cuando llegó el portero de la casa y consiguió sacarme de ahí. El intento de violación me amargó la vida.
Huí a otro piso, al antiguo piso de mis padres, y me encerré todo el fin se semana sin salir. No quería ver a nadie ni que nadie me viera a mí. Me desconecté de todos los medios posibles de comunicación, y días más tarde miré la bandeja de entrada de mi e-mail en busca de un correo que me alegrara, de algún amigo lejano o alguna tontería. Tenía diez mensajes que fui leyendo y eliminando mientras terminaba de leer. El último era de Luis, a las 4.13 de la mañana del sábado.

Carol y él habían decidido separarse amistosamente, ninguno de los dos quería eso, ninguno de los dos quería vivir de esa forma, engañando al otro. Carol volvió a vivir con su ex, y Luis estaba planeando volver. De esto hacía ya 4 meses, pero en el correo Luis me decía que no había querido avisarme por miedo a que yo no estuviera der acuerdo con su decisión. Volvía a Madrid, el día 21 de marzo, ósea la mañana siguiente. Al final del correo ponía lo siguiente:

”Su, ya sé que aquí tienes tu vida, sé que has logrado formar una vida sin mí, pero yo no sin ti. Si no quieres verme o estar conmigo lo entiendo, llevamos 5 años sin hablar y tú eres feliz con Jon. Solo quiero asegurarme de una cosa, si quieres que esté en tu vida, ven al aeropuerto, si no te veo aparecer, tomaré un taxi a algún lugar apartado del centro y no apareceré más”

Llegaba el 21 de marzo a las 9 de la noche. Miré mi reloj, las 8. Si me daba prisa llegaría al aeropuerto a tiempo, podría tomar de nuevo mi vida con Luis, la vida que dejé por un simple adiós. Olvidaba que hoy había un gran evento deportivo, así que cuando llegue a la carretera para ir al aeropuerto la encontré llena de coches hasta arriba. No llegaría a tiempo, no lo conseguiría.

9.00 – Luis:
Estamos aterrizando ya. Tengo miedo. Mucho miedo y todo hay que admitirlo. Si no aparece… si no aparece esta idea habrá sido un completo desastre.
9.00 – Susana:
Ya estará aterrizando el avión y yo todavía estoy en el coche. Por favor, que algo le haga permanecer en el aeropuerto unos segundos más, por favor.
9.15 – Luis:
Ya estamos bajando del avión, en breve tendré mi maleta y podré salir fuera a ver si su ha a aparecido.
9.15 – Susana:
No me lo puedo creer, sigo aquí. En cinco minutos llegaré al aeropuerto. Esperemos que aún no tenga su maleta.
9:30 – Luis:
Ya tengo la maleta. Delante de mí se hayan las puertas corredoras para salir, pro no me atrevo. Tomó aire y doy un paso adelante. Las puertas se abren y busco su pelo rubio entre la multitud, pero no lo encuentro. No ha venido Luis, te arriesgabas a eso, lo sabías perfectamente. Con la cabeza gacha intentando ocultar mis lágrimas me pierdo entre la multitud del aeropuerto de Barajas y me dirijo a coger un taxi que me lleve lejos de aquí.
9:30 – Susana:
Son las nueve y media y aabo de entrar por la puerta del aeropuerto. Para cuando veo la puerta de salida de los pasajeros del vuelo de Argentina, tan solo quedan un par de familias esperando a que lleguen sus familiares. Pregunto si han visto a un chico alto, con el pelo castaño y una maleta azul marino y nadie me sabe decir nada, pero corro a la parada de taxis.
“si no te veo aparecer, tomaré un taxi a algún lugar apartado del centro y no apareceré en tu vida más”
Eso había dicho. Corrí todo lo que pude aguantándome las lágrimas, no quería perderle, otra vez no. Y ahí estaba, al final de la fila de taxis mirando al horizonte, esperando. Grité su nombre, pero estaba muy lejos. Lo volví a gritar cuando me fui acercando y se giró. Se giró y me vio. Corrió hacia mí y nos fundimos en el abrazo más fuerte que se podía haber visto jamás. Me levantó por encima de él y enterró su cara llena de lágrimas en mi hombro mientras yo me aferraba a él con todas mis fuerzas. Nos separamos unos segundos para mirarnos y nuestros labios se encontraron. No fue un beso bonito ni apasionado, simplemente lo necesitábamos, lo necesitaba. Ansiábamos este momento. Seguíamos abrazados cuando el dueño del taxi nos regañó, no quería esperar más o cogerá otros clientes. Nos reímos y nos secamos las lágrimas. Nos montamos en el coche y pusimos la radio. Estaban sonando Malú y Pablo Alborán, Vuelvo a verte.

Y es que vuelvo a verte otra vez,
vuelvo a respirar profundo,
Y que se entere el mundo que de amor también se puede vivir.
De amor se puede parar el tiempo,
No quiero salir de aquí
porque vuelvo a verte otra vez,
Vuelvo a respirar profundo,
Y qque se entere el mundo que no importa nada más.

Oímos la canción en completo silencio, y al terminar nos sonreímos. Y comenzamos a reírnos a carcajadas. Volvíamos a casa, por fin volvíamos a casa.

jueves, 9 de mayo de 2013

La princesa de la noche

Mientras me coloco bien la pajarita en el traje, y arreglo mis gemelos para que estén derechos, oigo el trasiego de las criadas limpiando y arreglando los últimos
detalles para la fiesta, otra de las grandiosas fiestas de mi padre.

Digamos que mi padre es un empresario con cierta importancia, y suele montar
fiestas alucinantes y magníficas en el salón de la gran casa de los Hammerton,
mi familia. Las fiestas siempre están llenas de magnates y multimillonarios con
sus esposas presuntuosas, entrometidas y coquetas. En ellas se conoce a gente,
pero gente que no vale la pena, que prefieren una imagen a un sentimiento, que
cotillean sobre tu vida, que ríen falsamente fingiendo divertirse. Las fiestas
son grande eventos que organiza mi padre para celebrar los triunfos conseguidos
en su trabajo, los Hammerton los hacen desde siempre. El objetivo principal de
una fiesta es la diversión, sin embargo, estos bailes hacen que el objetivo
principal pase a ser lucir tus logros o presumir de tu vestimenta. Esta noche
había una gran fiesta en la casa de los Hammerton, una enorme y aburridísima
fiesta a la que yo, James Hammerton, como hijo del famoso Jerry T. Hammerton, tenía que acudir.
Estaba ya preparado para comenzar a recibir a nuestro invitados, estaba completamente
perfumado y peinado para la ocasión. Mientras bajaba las escaleras observando
el decorado, recordaba la fiesta de fin de año de hace meses. Una fiesta para
siempre recordar.

“-¡James! ¡Baja ya!
-¡Ya voy Anne!
Mis amigos y yo me estaban esperando en el piso de abajo para terminar de colocar
el decorado para la fiesta de esta noche, nos habíamos comprometido con mi adre
a montarla por completo nosotros. Estaba todo listo, la cena, la bebida, la
música y klas luces, todo para una fiesta moderna y animada. En la música había
rock, pop, música clásica y algún vals para que los enamorados se emocionaran.
De nosotros, había uno casado, y los demás seguíamos esperando la chica ideal.
Nos quedamos observando cómo había quedado el decorado en silencio, y nos dimos cuenta
de lo bien que nos había quedado.
-Está genial… ¡Y eso que ya no tenemos 20 años!
Una estruendosa carcajada resonó en toda la estancia, hoy era una noche especial, única, hoy nos despedíamos de este año para dar la bienvenida al siguiente.

...

La música resonaba por toda la sala, y todos, adultos, ancianos y niños bailaban sin parar. Las sonrisas se podían distinfuir en las caras de todos los participantes de esta fiesta, y mis amigos y yo estábamos disfrutando como niños, parecía que habíamos retrocecido 10 años, al momento en el que aún amábamos las discotecas y los follones. Ahora, digamos que nos habíamos convertido en unos aburridos treinta-añeros a los que les bastaba sentarse a hablar en una cafetería cualquiera y tomarse un batido. Pero en esta noche, todos estábamos disfrutando de lo lindo. Me acerqué a la barra a beber algo, me coloqué el pelo, y en ese momento la vi.

Una chica entró en la sala. No era una chica cualquiera, era la chica mas bella que había visto en mi vida. Entró en la sala y agitó la cabeza haciendo que sus rizos oscuros se movieran al ritmo de la musica. Me quedé observándola sin ningun recelo, era imposible apartar la vista de ella. Parecía que solo yo me había percatado de su presencia.
Con paso firme se acercó al otro extremo de la barra, donde pidió una copa y se quedó, siguiendo el ritmo de las canciones con el pie. Era hermosa, mucho. Llevaba un vestido rojo ajustado pero suelto por la parte de abajo, parecía un hada del mundo de la fantasía. Su tez morena y ojos oscuros contrastaban con su vestido suelto a partir de la cintura, y sus tacones simples, pero preciosos, le dotaban de unas preciosas y largas piernas. Sin pensármelo dos veces me acerqué a ella y me apoyé en la barra.
- Princesa, ¿tu príncipe te ha dejado sola? Una chica como tú no puede estar aquí parada en una fiesta como esta.
Sonrió levemente, y pude ver una sonrisa perfecta que la iluminó por completo.
-Tienes razón, en una fiesta una no puede quedarse si bailar, pero no hay quien me invite a bailar.
-Te comprendo perfecamente, llevo toda la noche esperando a que una dama me conduzca al centro de la pista, y por ahora ninguna lo ha hecho. Tantas chicas en esta fiesta y yo aquí solo, ¿lo ve normal?

Su risa fue música para mis oídos, dejó que viera su preciosa sonrisa una vez más antes de decir:

- Queda poco para medianoche, ¿Tienes alguien a quién regalar un beso....? - paró de hablar al no saber mi nombre.
-James, me llamo James. James Hammerton, y no, no tengo nadie a quien besar.
-Oh, con que el pequeño de los Hammerton... Alice, encantada.

Tomé su mano y me incliné para besarla realizando una floritura con mi otra mano. Ella volvió a reír, divertida, cuando comenzó a sonar la balada que anunciaba el final del año. Alice giró sobre sí misma haciendo que el vuelo del vestido se levantara un poco, y me miró, divertida.

-¿Me concede este baile mister Hammerton?
-Será un placer.

Nos acercamos al centro de la pista rodeando a la parejas que se hallaban bailando lentamente al ritmo de la canción. La agarré suavemente de la cintura, y ella posó su mano sobre mi hombro, entrelazamos nuestras manos, y lentamente comenzamos a girar.
Mis ojos se clavaron en los de ella. No podía apartar mis ojos azules de esos ojos profundos, oscuros y misteriosos. Estaba preso de su mirada cuando me di cuenta que ella también lo estaba de la mía. Poco a poco bailábamos más juntos, y casi notaba su respiración. Cuando terminó la canción, nuestros labios estaban casi rozándose. Cuando soñaron las campanas que indicaban el comienzo de la cuenta atrás:

5... 4...

Nuestros labios se rozaban prácticamente, notaba su respiración en mi cara.

3... 2...

Antes de fundirnis en uno, sonrió, pegada a mí, con una de esas sonrisas que enamoraban.
1...
Nos fundimos en un precioso beso, y a nuestro alrededor estallaron gritos y felicitaciones, pero para nosotros, el mundo se centraba en nuestro beso.
La atraí hacia mí tomándola de la cintura, y ella pasó sus manos a mi pelo, donde se agarró a mis rizos. Podía sentir su aroma, su perfume, podía sentirla a ella, la princesa de la noche. Ese hada que me había hipnotizado con sus poderes..."

El resto es historia, Alice desapareció cuando me despisté unos segundos, y desde entonces no la he vuelto a ver. Muchas noches sueño con esa princesa de la noche que me hizo perder por completo la razón durante una sola noche. Nadie la vió llegar, nadie la vió irse, solo yo. He llegado a pensar que todo fue un sueño, una ilusión, que el hada que pasó por esa fiesta hace tres años no existe.

Ya están todos los invitados dentro de la fiesta, no hay música marchosa ni moderna, solo la suficiente como para hacer de la ocasión un evento divertido y formal. Tras horas de pie aguantando conversaciones aburridas y fingiendo una sonrisa, me acerco a la barra para pedir un refresco. Me apoyo en ella y me acuerdo de esa noche hace tres años, cuando una chica cualquiera traspasó la puerta principal y me cautivó con su belleza. Pensando en eso miro a mi alrededor buscando una cara amiga para charlar, cuando la veo.

Una chica traspasa el salón corriendo agarrándose un vestido blanco, un vestido blanco por encima de las rodillas, suelto y con un pequeño cinturón sencillo anudado a la cintura. Lleva el pelo suelto, y le cubre la espalda de rizos oscuros. Sus ojos brillan entre tanta gente. Un pensamiento fugaz pasó por mi mente: "Alice", pero enseguida lo descarto, la princesa de la noche no volvería a aparecer en mi vida. De pronto la luz se va, todo se queda oscuro y noto que alguien me toma la cabeza y me besa en los labios. Saboreo esos labios como si fuera el último día de mi vida. Aspiro ese aroma que me volvió loco una noche como esta hace años. Esos labios se separan de mí, y oigo una voz susurrando en mi oído:

- Mister Hammerton, ¿sigue buscando una princesa con la que bailar esta noche?

Sonrío y nuestros labios vuelven a encontrarse. Desliza un papel escrito hasta mi bolsillo y sale corriendo, no sin antes dejarme ver entre la oscuridad una sonrisa brillante y perfecta.
Justo en ese momento la luz vuelve, y se oyen los gritos de satisfacción por toda la sala. Abro el papel, y sonrío al ver que había un numero de teléfono firmado como: "tu hada, la mágica princesa de la noche".

"Era morena, de rizos oscuros que caían por su espalda, su risa era música para mis oídos y sus ojos, divertidos. Su belleza extraordinaria la havía resaltar, y tenía una sonrisa que deslumbraba, que hacía que todo el salón se diera la vuelta.

Era ella, estoy seguro".

lunes, 1 de abril de 2013

Un don...


Cada persona tiene una serie de dones, algunos tienen el don de la generosidad, otros el de la inteligencia. Pero algunos son distintos, alguien, el día de repartir dones al mundo dio a algunas personas dones especiales, dones que les marcarían por siempre...

Un chico normal, un personaje un tanto curioso. Simplemente un chaval, pero con algo especial.
Un chaval de 15 años bajito, con el pelo castaño claro, no del todo rubio, como dicen sus compañeros, con ojos oscuros y sonrisa agradable. Nadie se espera nada extraordinario ni extraño en este chico, un adolescente atolondrado como muchos más que hay en el mundo. Un muchacho con muchas ideas en la cabeza, con demasiadas emociones y pensamientos.
Nunca adivinarías que es lo que tiene en su interior hasta que le conozcas, nunca sabrás cuál es el don que este chico posee, jamás, pero él te lo puede contar, él te puede contar su historia:

" ¿Alguna vez has pensado en el futuro? Alguna vez has imaginado lo que pasará al dia siguiente? Molaría predecir el futuro, molaría poder cambiar vidas con eso, pero cuando estas destinado a ello, entonces, no mola tanto.
He visto cosas que nadie podía imaginar, he sabido por instinto lo que decir o hacer en determinados momentos, he seguido mi instinto. Pero no siempre es un don, tambien pede ser una maldición.
A veces me acuesto con miedo a dormir porque no sé que sueños me vendrán a la mente, a veces no quiero ni acordarne de lo que he soñado. A veces lo único que quiero es que esa parte de mí que conoce tantas cosas se desconecte, para no funcionar jamás.
No solo en los sueños, cuando estoy despierto puedo saber que vas a preguntar o decir y así adelantarme a ti. No lo hago adrede, simplemente ya sé la información que vas a darme, y la contesto antes aún de que la hayas mencionado.
Todos tenemos algo que hacer en la vida, todos estamos destinados a hacer algo. Mas yo no creo que en el destino, tú puedes crearte el tuyo mismo. No sé porqué poseo este don o esta maldición, pero no va a desaparecer, así que la utilizo para ayudar a los más cercanos, a aquellos que de verdad necesitan mi ayuda. Una simple mascota, un pequeño dálmata por ejemplo.

No soporto ver como pegan a los animales, los perros son la mejor compañía del mundo, ¿por qué los pegas? Sabes que ellos son los primeros que van a acudir en tu ayuda cuando lo necesites, asi que, ¿por qué los maltratas?

Un día soñé algo extraño, algo distinto, fragmentos de algo. Al día siguiente seguí mi instinto y marché a dar a un chaval el escarmiento que necesitaba. Seguí mi instinto, y resultó serme de gran ayuda.
Las dos veces que me he enfadado hasta el extremo, me han dicho que mis ojos cambian, que dejan de tener ese tono oscuro tranquilo a ponerse rojos y brillantes.
No sé porqué me pasa esto, no tengo ni idea, pero prefiero vivir utilizándolo como algo bueno, prefiero pensar en todos esos momentos en los que mis sueños me han ayudado. Una parte de mí se ha acostumbrado a estos sucesos, una parte de mí los acepta, así que solo me queda acostumbrar la otra parte, por difícil que sea ".

Un chico cualquiera esconde todo esto, este chaval posee este don. ¿Qué dones esconderás tú? ¿Qué don hace especial a tu amigo? No juzges por las apariencias, porque una persona tranquila y agradable esconde muchas cosas, demasiadas, que quizás nunca nadie te contará, y sin embargo están ahí.
(Entrada basada en la historia de un chaval como otro cualquiera)

jueves, 14 de marzo de 2013

A veces tiempo es lo único que necesitamos...




“Llevamos ya tres meses encerados, tres meses en los que no hemos visto la luz del sol. Somos alrededor de 3000 personas encerradas bajo tierra, bajo lo que antes fue nuestro pueblo, nuestra nación. Antes nuestro país era libre, no dependíamos de nadie. Ahora todas las mañanas oímos como caen bombas encima de nuestras cabezas. Todas las mañanas oímos los aviones volar por lo que, en estos momentos, será un cementerio de valientes. Llevamos ya tanto tiempo oyendo eso, llevamos tres meses tan aterrorizados, que ya no me extraña nada. Si en este mismo instante salgo fuera y  no me encuentro nada. Si saco la cabeza de este gran bunker subterráneo, por mucho horror que me encuentre, nada me extrañará, nada”.
Vivíamos tiempos difíciles, vivíamos en un tiempo en el que sabíamos perfectamente que la guerra iba a estallar de un momento a otro. Pero nadie se la esperaba tan pronto. Creíamos tener el tiempo suficiente como para arreglar todo. Tiempo. Eso es lo que siempre falta, tiempo.
Un día como otro cualquiera estas trabajando, estas en la construcción haciendo lo mismo de siempre, tarareando una canción mientras colocas un ladrillo encima de otro. En ese momento suena un pitido, un ruido y un follón de alarmas de todo tipo. Para cuando me dio tiempo a reaccionar, a saber qué era lo que sonaba, ya había aviones enemigos sobre nuestras cabezas soltando explosivos encima de nosotros. De la construcción, de mis conocidos, solo 50 llegamos a alcanzar el bunker a tiempo. Tiempo, eso es lo que faltaba.
El tiempo que transcurrió desde que saltaron las alarmas de mi pequeña ciudad hasta que se cerraron las puertas de bunker fueron solo 30 minutos. En 30 minutos tan solo 4800 personas consiguieron alcanzar las puertas de su salvación. Fui testigo de los golpes de aquella gente que no tuvo tanta suerte, que no corrió tanto o tardó más tiempo en alcanzar el bunker. Desde dentro se escuchaban los lamentos de aquellas personas que se hallaban fuera, golpeaban la puerta, las paredes. Pero ya estaban cerradas, y no se iban a abrir.
Cuando el silencio inundo el exterior, todos los que nos habíamos conseguido salvar nos dimos cuenta de que nadie hablaba, que no se oía ningún ruido dentro de lo que sería nuestro hogar por bastante tiempo. La primera noche, la primera noche fue la peor. Había gente herida, pero nadie se preocupaba por sus heridas o por las de sus familiares. Esa noche todos mantuvimos el silencio que se había creado.
Los días siguientes fueron sombríos y horrorosos. Nade hablaba, nadie comentaba tan solo estábamos, tan solo nos preocupábamos por vivir. Poco a poco, a la semana del pitido de las alarmas, ya nos habíamos intentado organizar mínimamente bien. Los doctores o cualquier persona que supiera algo de fines médicos o de medicina estaban ayudando y curando las heridas de las personas que habían sufrido daños. No teníamos muchos recursos, pero con los pequeños botiquines y demás arreglos caseros conseguimos arreglarnos.
Todas las mañanas, cuando el sol se filtraba por el sombrío y oscuro lugar en el que nos hallábamos, me levantaba y me quedaba sentado en la manta que era mi cama. Alzaba todos los días la vista al cielo y oraba a Dios. Todos los días sufríamos pérdidas, alguien moría cada día debido a sus heridas infectadas, la edad, el esfuerzo o los escasos recursos que poseíamos. Era muy duro ver a tu alrededor como gente que había luchado contra todo, gente que lo había dado todo por salvar la vida de otros, regalaba su vida. El primer mes fue duro, muy duro, nadie estaba acostumbrado, y nadie antes de que esta guerra comenzara, se había esperado este final. Al final de nuestro primer mes bajo tierra quedábamos 3600 personas vivas.
En ese bunker no había más que almas muertas. El cuerpo estaría vivo, pero nuestras almas habían muerto hace tiempo. Nadie tenía esperanza, nadie esperaba nada más que su muerte. El espacio que teníamos que compartir era muy grande, teníamos espacio de sobra para todos, pero siempre nos sentábamos juntos, dormíamos juntos y hablábamos en pequeños grupos y casi susurrando. El miedo albergaba nuestros corazones, nada más había en ellos.
Me acuerdo bien de un día, el día numero 57. Ese día, reinaba un silencio sepulcral. Todos estábamos haciendo algo, pero nadie comentaba, nadie hacía ruido. Todos éramos sigilosos. Yo me encontraba reconstruyendo los desperfectos de las paredes cuando una voz habló, pero no en un susurro, habló alto, para que todos pudiéramos escucharla. Tan solo dijo: ¡Hey! ¡Escuchadme un momento! Me giré para ver quién había hablado, y descubrí a una niña de unos 14 años subida a una montaña de sillas apiladas. Todos nos giramos hacia ella y nos quedamos en silencio para escucharla. Dijo:
“Llevamos ya 57 días aquí, como todos sabréis. Estos han sido los 57 días más largos de mi corta vida. Muchos de aquí habéis vivido más, otros menos, pero a todos se nos han hecho eternos. Llevo 8 días reflexionando el por qué, y ya he encontrado a causa: cuando esperamos algo, el tiempo se detiene y transcurre lentamente. El tiempo nos controla a todos. Estamos esperando la muerte, no una forma de salvación. Todos los días cuando los aviones descargan los explosivos sobre nuestras cabezas, nadie está esperado un milagro, todas nuestras cabezas están esperando a que alguno caiga de alguna forma estratégica y vuele el bunker por los aires. Ese es nuestro problema, creemos que la esperanza ha desaparecido de nuestras vidas. ¿Pero sabéis que? ¡Que no es cierto! La esperanza es lo último que se pierde. Somos una nación, somos un pueblo lleno de gente que antes vivía. No estamos condenados a mantenernos bajo tierra eternamente, nosotros hemos creado nuestra propia condena. Cada minuto que paso aquí dentro me hace ver que somos unos cobardes, hemos preferido quedaros aquí durante 57 días, con poca comida agua y recursos, que salir ahí fuera con lo poco que tengamos hacer frente a aquellos que nos intentan dominar. ¿Qué nos ocurre? ¿Dónde está la gran nación que tiempos atrás venció a estos mismos hombres en combate? Antes estábamos preparados y fuertes, teníamos un plan para ganarlos ¡Y lo hicimos! Les vencimos en su momento, ¿por qué no ahora? ¡¿Por qué no lo volvemos a hacer?!”
Un silencio siguió a este pequeño discurso. Nadie hablaba, nadie se movía. Simplemente pesábamos, reflexionábamos sobre esas palabras.
“¡¿Quién quiere salir de aquí de una vez?!”- gritó la chica.
Ninguna persona levantó la mano, nadie hizo ningún gesto de apoyo. Ni yo, yo tampoco.
“No voy a quedarme esperando toda mi vida, algún momento tendré que vivir. No voy a gastar mi vida encerrada en un bunker por unos simples aviones.” 
Se bajó de la pila de sillas que había construido y se sentó en un rincón. Se echó una manta sobre su cabeza y se durmió.
Era ya de noche y es cuando comencé a reflexionar sobre lo que había dicho la niña. Sería una simple adolescente con ganas de vivir su vida, pero tenía más razón que nadie. La esperanza no se pierde, nunca se pierde, y la esperanza es todo lo que en ese bunker se había perdido. Era una locura salir ahí fuera y luchar sin más, una auténtica locura. Pero no era imposible, los imposibles no existen. Ahí fuera no había más que unos 5000 hombres, 5000 hombres armados que habían asustado a una nación entera. No era posible, no era real. Algo habíamos hecho mal.
“Hace 67 años nuestro pueblo era en realidad una gran nación. No éramos los más poderosos, pero teníamos lo que queríamos y necesitábamos para vivir. Pero no vivíamos en armonía.
En nuestras tierras se hallaban las minas de oro más importantes del continente. En el país vecino las minas de petróleo más grandes de toda Europa. Siempre ha habido rivalidad entre los dos países, siempre. Por medio de tratos y tratados de todo tipo convivíamos compartiendo de alguna forma nuestros bienes, pero no existía ninguna unión entre las naciones vecinas.  Hace 67 años, el 5 de septiembre, nos atacaron, nos atacaron con todas las armas que poseían y co todos los hombres que estaban dispuestos a luchar. Pero nuestra situación estratégica entre las montañas nos permitió contraatacar. Nos ganaban en número y en armamento, pero nosotros éramos un pueblo unido. Estábamos unidos entre nosotros, teníamos esperanza. Les hicimos huir de nuestro pueblo, les vencimos siendo inferiores en todos los aspectos”.
Todo esto ocurrió cuando yo ni siquiera había nacido, pero en todas las escuelas se cuenta con orgullo nuestra victoria. Se dice que la unión de nuestro pueblo hizo que el ser inferiores no importara. Nosotros éramos uno, ellos eran una nación dispersa. ¿Qué es lo que nos faltaba en estos momentos? ¿Cómo habían conseguido entrar en nuestra ciudad? ¿Cómo habíamos sido vencidos de esta forma tan sencilla? Fácil, ya no somos un pueblo.
Llevamos ya tres meses encerados, tres meses en los que no hemos visto la luz del sol. Cuando estos tres meses se cumplieron hicimos recuento de las personas que quedábamos todavía vivas, 3000, solo 3000. El momento en el que la cifra se dijo, una sombra pasó por todos los rostros de los presentes. No necesitábamos hablar para saber lo que pensábamos. 3000, 3000 quedábamos.
Ya llevamos seis meses, seis malditos meses en los que nadie se ha atrevido a salir. Hoy es el día de mi cumpleaños, y no lo pienso pasar aquí dentro. Me coloqué de nuevo en la pila de sillas que anteriormente, meses atrás, había construido para hacerme oír. Nadie me escuchó en ese momento, nadie. Ahora me escucharán, y si no lo hacen, tendré que tomar yo la iniciativa.
Estaba todavía tumbado en la manta que había servido de cama durante estos meses cuando vi a la chica que nos habló subiéndose de nuevo a las sillas apiladas. Nos tendría que decir algo, y mis oídos sí que estaban ya preparados para escucharla.
“¡Escuchadme!” – su voz resonó entre las paredes y el techo- “ habéis tenido el tiempo suficiente para pensar, para abriros, para prepararos a escuchar. Hoy es mi cumpleaños, hoy cumplo 16 años, y no pienso pasar ni un día más aquí dentro. Tenemos armas, no muchas, pero tenemos. Tenemos hombres, están débiles, lo admito, pero los tenemos. Y tenemos lo más importante, tenemos la unión como pueblo. ¡Tenemos esperanza, no la hemos perdido! ¡Buscadla en vuestro interior! Una parte de vuestra persona quiere salir de aquí, quiere volver a ser como antes. ¡Hagámoslo! Es una locura, sé que es una locura salir de aquí ahora mismo, y siendo inferiores, intentar echar a los ofensores de esta ciudad. Sé que es una locura, pero prefiero morir haciéndola que morir aquí por falta de alimentos, aire o higiene. No quiero morir por la edad, no quiero vivir toda la vida que me queda aquí encerrada. ¿Quién está conmigo? ¿Quién quiere hacer esta locura con tal de escapar?”
Me sorprendí a mi mismo levantando la mano, me levante sin pensarlo del suelo y me dirigí a ella. Miré a mi alrededor y todos los presentes estaban levantando las manos. 
“¿A qué esperamos? ¡Coged las armas que encontréis! ¡Tomad el valor que se haya en vuestro interior! Preparaos, porque hoy saldremos de aquí. ¡Hoy conseguiremos la libertad!” -una gran sonrisa inundó su rostro, al igual que el de todos los presentes.
Cuando todos estábamos armados nos colocamos delante de las puertas que llevaban a medio año cerradas. Antes de hacer ningún movimiento rezamos a Dios todos juntos con el corazón, para que nos ayudase. Miré a mi alrededor:
Mi arma consistía en una barra de metal. Había hombres con armas de fuego, otros con lanzas, flechas y armas primitivas. La chica que nos había unido solo lleva un hacha. En el momento en el que todos pronunciamos: “Amén”, los chicos situados a ambos lados de la puerta descorrieron los cerrojos. Con un golpe fuerte se abrieron las puertas y las primeras filas de hombres comenzaron a correr. A la vez gritamos: “¡Por la libertad!”
Lo hemos conseguido. El brazo me arde, tengo algo clavado, creo que tengo alguna costilla rota y la sangre corre por toda mi cara. Todos aquellos que se hallaban prisioneros en otros bunkers por la ciudad han sido liberados. A mi alrededor solo quedan hombres con satisfacción en su rostro. Lo hemos conseguido, vencimos.
Ya han pasado 30 años de aquella batalla, desde entonces nuestro país ha estado en paz. No sufrimos demasiadas pérdidas, aunque el descenso de la población fue importante. Todos aquellos que luchamos en ese conflicto lo recordamos como un gran triunfo. Todos lo recordamos como el día en el que recuperamos nuestra libertad. Me acuerdo bien de todo lo que ocurrió en esa pequeña guerra. Me acuerdo de cómo salimos, los 3000 supervivientes de aquel bunker. Me acuerdo de cómo luchamos contra los oponentes. Me acuerdo de que me golpearon muchas veces, pero no me importaba. Estaba cegado por el sueño de la libertad. Estaba cegado por proteger a los demás. Me cuerdo que vi a la niña, a esa mujer que consiguió que saliéramos de ahí. Estaba luchado como podía con un oponente…
Me ha acorralado en una esquina, no voy a poder seguir. El brazo me sangra por distintas pares y alguna costilla rota. Mi pierna derecha no soporta mi peso, y este soldado es demasiado fuerte. He visto a mi hermana mayor morir, he visto como rebanaban el pescuezo a mi padre. No, no me rendiré. Siento el frío contacto del metal sobre mi piel. Pero con un movimiento rápido me libro del cuchillo. Corro con tal de terminar con la vida de ese soldado, ya no puedo más, si he de morir, que no sea en vano. Me acerco con todas las fuerzas que me quedan y con el hacha en alto. Grito: ¡por nosotros! 
El golpe de mi hacha no llega a suceder. Cuando miro para abajo una gran mancha de sangre cubre mi camisa. Ya sin fuerzas suelto mi arma y caigo para atrás en la hierba. El mundo comienza a tambalearse, pero alguien me sujeta la cabeza.
Me acuerdo de cómo cayó, de cómo aquel soldado la había matado. Con gran ferocidad me levanté contra ese hombre y le grité: “¡Ella nos dio esperanzas! ¡Ella nos llevó a la libertad!” con un golpe sordo el soldado cayó al suelo, inconsciente. 
Me acuerdo de mi primer sentimiento de felicidad al vencer. Debería haber gritado, saltado o haber hecho algún gesto de triunfo, pero me agaché al lado de la niña, todavía su pequeño corazón latía débilmente. Me acerqué a su oído y la dije:
-Hemos vencido, hemos vencido gracias a ti. Gracias, simplemente: gracias.
Gracias. Eso es lo que me ha dicho: gracias. Lo han conseguido, lo hemos conseguido. Nos hemos salvado. Con una sonrisa en la cara, y con una gran felicidad en mi interior, el mundo se me oscurece y caigo al vacio. 
Lo hemos conseguido.


jueves, 7 de marzo de 2013

Mi imaginación y yo...

 Estoy aquí, esperando en la sala de espera del dentista. Esa sala cuadrada que tan poco me gusta… todos nos sentamos alrededor de una mesa, pero ninguno habla. Cada uno hace lo que quiere menos hablar: chatea con el móvil, juega con él, lee… No sé para que nos sientan en círculo, nadie se comunica.
 Justo a mi izquierda el asiento está vacío, la señora que lo ocupaba se ha ido al baño supongo...
Otro sitio más a la izquierda está una madre que no deja de cambiarse de sitio. Lleva esperando media hora a que su hija salga, y está estrada. Ha llamado dos veces por teléfono para hablar con el que supongo que sería su pareja o marido. Hablaba del examen de matemáticas de su hija, de los fallos tan gordos que ha tenido. No para de mover sus manos y de tocarse el pelo. Me está estresando a mí.
Sentados el sillón hay un chico de unos 15 años tan aburrido como yo. Está con su blackberry, su padre se ha marchado a poner el ticket del coche.
Mi padre es el siguiente, está enfrente de mí jugando con el móvil a alguno de sus juegos viciosos.
En una pequeña mesa para niños pequeños hay dos hermanos de 16 o 17 años que están preguntándose la lección mutuamente, se ríen y se deben llevar muy bien. Ahora están cantando bajito la canción que está sonando en su reproductor de música, comparten auricular. 
Mientras todo esto ocurre a mi alrededor yo debería estar estudiando, pero en lugar de eso estoy mirando por la ventana, miro como llueve.
Las gotas de lluvia recorren el cristal. Elijo una de esas gotas y la animo para ganar la carrera, para llegar la primera al marco de la ventana. Me encanta cuando llueve, me encanta oír el sonido de las gotas de agua en los cristales, me gusta coger el paraguas y cubrirme con él. Me imagino ahí fuera, empapándome con la lluvia. Me imagino dando vueltas y corriendo por la calle mojándome toda la ropa las nubes blancas son muy aburridas, todas iguales. Veo las nubes negras y a lo lejos se ve un rayo seguido, a la nada, de su trueno correspondiente.
Vuelvo a mi libro de lengua y comienzo a leer la siguiente pagina. No me apetece nada estudiar, no me apetece estar en la consulta del dentista… seguro que me ponen otro aparato. Comienzo a leer la parte que habla sobre el teatro antiguo, pero mi mente no está leyendo, mi mente está fuera, en la calle…
“Siento el pelo mojado pegándose a mi cara. Siento las gotitas de agua corren por mis mejillas, siento toda la ropa empapada pegada al cuerpo. Pero siento más, siento la necesidad de correr, y lo hago. Comienzo a correr esquivando a la gente que hay por la calle, cuando llego al cruce más cercano cambio de dirección y sigo corriendo. No sé por qué corro, simplemente lo hago, sigo corriendo. Los coches me salpican al pasar, me siento totalmente llena de lluvia, agua y barro, pero nada importa, mi sonrisa de la cara no se borra por nada del mundo. A lo lejos veo un parque y pienso: “perfecto”. Al llegar al parque todo se transforma, comienzo a bailar y dar vueltas entre los árboles. En este momento el mundo es mío, nadie me lo va a arrebatar.
Cuando me quedo sin aliento debido a mi carrera anterior me siento en un banco y río, río con ganas al saber la tontería que acabo de hacer”.



Vuelvo al mundo real cuando mi padre me pregunta sobre mi examen del día siguiente. Le respondo y vuelve a continuar jugando con su móvil. Mi imaginación comienza a hacer de las suyas y tiene una grandiosa idea:
“Ahora me encuentro en una carrera, estoy en la línea de  salida. Ya he corrido esta carrera otros años, pero esta vez voy a ganar, a por todas. No me he colocado muy bien en la línea de salida, pero espero recuperarlos pocos metros en la carrera. Justo antes de que comiencen la cuenta atrás una amiga me coloca delante de ella, en primera fila. Apenas tengo tiempo para responderla cuando el juez empieza a decir: “tres, dos, uno…”.
PIIIII! Mis piernas de pronto se ponen en marcha y comienzo a correr como una endemoniada. Comienzo con un sprint y adelanto a todos aquellos que están delante de mí. Cuando termina la primera recta es cuando se me ocurre plantearme que quizás he corrido demasiado, que las fuerzas se me van a agotar, pero eso no hace que deje de correr, sigo corriendo. En la primera curva ya solo hay una chica delante de mí, todas las demás corredoras están detrás. Me saca muchos metros, pero aún así intento alcanzarla.
Ya solo quedan unos doscientos metros para que termine la carrera, pero yo no puedo más, mis piernas corren inconscientemente, porque mis pulmones se sienten morir. Pero no me rindo, no soy de esas. Entonces, cuando ya estoy en la recta final oigo pisadas justo detrás de mí. A los dos segundos de oírlas, dos chicas me adelantan, me adelantan rapidísimo y no consigo mantener el ritmo para ganarlas. Ya estamos en la recta final y es cuando pienso: “has corrido segunda durante toda la carrera, lo has conseguido, has ganado, aunque no estés en los tres primeros puestos”. Y con las últimas fuerzas que me quedan hago el sprint final. Antes de llegar a la meta se oyen gritos por todas partes, gente que me anima. Veo la línea de meta y…”.


La señora que hay a mi izquierda comienza a moverse por la sala de espera. Todos la miramos con cara de: “¡Siéntese y tranquilícese ya por favor!” pero nadie lo dice. Mi cabeza vuelve a su mundo. Mañana tengo examen y voy a suspender, pero ahora no me apetece pensar en nada…




“Al entrar en contacto con el agua mi piel se tensa está helada. Para calentarme un poco comienzo a nadar. Mis brazos rompen el agua cortantes, me deslizo, no lucho con ella. Hago dos largos más antes de sumergirme por completo y salir para respirar. Todos mis amigos todavía están fuera sin decidirse a meterse en el agua. Les grito que está un poco fría, pero que está bien. Pero nadie se tira. Me sumerjo de nuevo, bajo el agua no pueden verme y aprovecho para mirarle. Tengo muchos chicos y chicas a mi alrededor pero bajo el agua, solo le miro a él.
Tiene el torso desnudo y se le marcan sus abdominales tan trabajados. Sus brazos están fuertes y sus piernas también, es un chico atlético. Sus ojos se ven desde debajo del agua, borrosos, pero ese color tan oscuro es imposible de no ver. Esboza una sonrisa, se están riendo entre ellos. Oigo su risa en mi cabeza y continuo observando su sonrisa, me encanta.
Me deslizo bajo el agua y salgo por el extremo opuesto de la piscina sigilosamente. Todos están hablando muy cerca del borde, así que me acerco por detrás y le empujo al agua. Mueve los brazos y cae sin remedio seguido de las risas de los demás. Me doy la vuelta para reírme a gusto cuando siento que alguien tira de mí hacia detrás. Pierdo totalmente el equilibrio y caigo al agua yo también. Cuando saco la cabeza fuera del agua resoplo con el pelo revuelto al ver que todos se está riendo más aún.
Me quedo mirando su pelo despeinado, su sonrisa y oyendo su risa durante dos segundos antes de salir de nuevo fuera del agua para reírme con ellos. Cuando conseguimos que todos se metan en la piscina comenzamos a hacer carreras de relevos.
Desde pequeña me ha encantado nadar, así que soy una excelente nadadora. Hacemos dos equipos, me toca competir contra él.
Comienzan a nadar los primeros y la competición está muy igualada. Al dar el relevo salen los segundos y ganamos un poco de ventaja con respecto al otro grupo. Los que estamos esperando nuestro turno gritamos y aplaudimos para animar a los nadadores. En la tercera tanda se vuelven a igualar los puestos, ya solo quedamos por nadar él y yo.
En cuanto mi compañera toca el bordillo me lanzo al agua con estilo y me deslizo bajo ella unos instantes. Cuando asomo la cabeza él ya está nadando. Mis brazos cortan la pequeñas olas que se han formado y sigo deslizándome. Tocamos a la vez el bordillo, solo falta volver y no voy a permitir que me gane. Me mira con cara de odio segundos después de lanzarnos al último largo como desesperados con tal de ganar. Ya no es un juego, ya es una competición entre los dos. Continuamos nadando y se pone súper cerca de mí para desafiarme. “¿Con que esas tenemos eh?-pienso” , y en vez de alejarme me acerco más para molestar. Cuando llegamos al bordillo todavía estamos pegado el uno al otro y sin parar de nadar. Tocamos a la vez y nos giramos para mira la cara del otro. Estamos a centímetros de distancia, nada más. El se acerca un poco…”

-Es tu turno – Me dice la dentista.
Yo vuelvo a la sala de espera y me levanto para entrar en la consulta. Cuando estoy caminando por el estrecho pasillo sonrío, al final no me he aburrido tanto en la sala de espera…

domingo, 24 de febrero de 2013

Esos ojos oscuros...





Erase una vez una dulce princesa, una princesa cuyo padre era el rey más poderoso de todos. Su padre era un gran caballero amante de las batallas y ella una niña que había seguido su ejemplo. Era alta delgada y morena. Se corría la voz de que todo aquel que la mirara fijamente a los ojos, quedaba prendado de su belleza. Sus ojos eran cálidos, cálidos y amables. La madre de la princesa, la reina, ayudaba al rey en todo lo que podía, y enseñaba a la princesa todos sus conocimientos. La princesa creció feliz en palacio, siempre rodeada de lujos y criados. No era caprichosa ni mimada, pero adoraba los buenos tratos.
Un día, un día cualquiera de verano, cuando ella tenía catorce años  se acercó a las caballerizas para montar a su caballo. Cuando llegó descubrió que había llegado a palacio un nuevo chico. Era un chico bajito, no más alto que ella, con el pelo castaño claro y ojos oscuros. Cuando iba a coger el caballo, el chico la preguntó:
-¿Es usted la princesa del lugar?
-Sí- respondió ella- Esa soy yo.
-Me han hablado de su belleza, de sus ojos y de su amabilidad.
Con una sonrisa contestó:
-Debo sentirme halagada... Gracias.
-Déjeme terminar princesa, me han hablado de su amabilidad, de su belleza y de sus ojos, pero no de usted. He venido de un lugar lejano para cuidar a los potros de una princesa amable de grandes ojos y alucinante belleza, mas no sé a quien he venido a servir, ¿Me haría el gran favor de decirme para quién trabajaré?
La princesa se sonrojó, pero no supo responderle. Con desdén le dijo:
-¿Quién eres tú para decirle eso a una princesa de mi categoría?- giró sobre sus talones e indignada se marchó hacia palacio de nuevo. Cuando había dado tres pasos en sentido contrario a las caballerizas el hombre la dijo:
-Como pensaba, la gran princesa de alucinante belleza y bonitos ojos no es más que eso, una imagen.
La chica tuvo ganas de darse la vuelta y despedirlo en ese momento, pero algo impidió que lo hiciera. Se marchó a sus aposentos. Su habitación era amplia, con una cama grande con muchos cojines y dosel. A su derecha tenía una  gran ventana desde donde se veía todo el bosque. A la izquierda de la cama estaba el gran armario donde guardaba todos sus vestidos y ropajes. A los pies de la cama había un pequeño tocador con un espejo enorme. Lo único que hizo al entrar fue cerrar la puerta con llave para impedir que nadie entrara y se quedó observando  sus posesiones.
Mientras observaba su habitación miles de preguntas le vinieron a la mente: ¿era eso lo que quería? ¿Tendría razón el chico de las caballerizas y no era nada más que una imagen? Miles de recuerdos abarrotaron su mente:
De niña nunca le había gustado ser princesa, prefería soltarse el pelo, coger la ropa de su hermano y salir a correr y a jugar al campo. Recordaba que antes montaba a caballo todos los días, montaba a Dream, a sueño, su caballo. De pequeña todas las noches se montaba en su caballo y volaba colina arriba por el bosque. Antes era feliz, antes no tenía que preocuparse de su peinado, de su forma de sentarse o de hablar.
Mientras todos estos pensamientos pasaban por su mente se peinaba su largo cabello negro azabache. Entonces no lo soportó más, tiro el peine y se asomo a la terraza, estaba tan solo vestida con un camisón muy fino, cuando abrió las ventanas un golpe de aire la golpeó, pero la hizo sentir libre, la hizo sentir por fin que volvía a ser ella. Corrió a la habitación de su hermano, y sigilosamente le cogió un par de botas de hombre, una de sus ropas y bajó las escalera con cuidado de no despertar a nadie. Cuando estaba ya en la parte de abajo del palacio marchó por la puerta de atrás directa a las caballerizas. Allí se encontró con Dream, le quito la silla y las cuerdas, quería sentirse libre. Cuando ya estaba Dream libre de toda atadura montó, y a pelo comenzó a galopar, a galopar como antes hacía.
“El pelo golpeándome la cara, el aire moviéndose a mi alrededor, el bosque. Noto los músculos de mi caballo debajo de mis piernas, noto esa sensación de velocidad, me siento volar, volar por encima de todas las nubes. Dream relincha, grita a la luna que es de nuevo libre, que vuelve a correr como antes hacía. Vuelvo a sentir lo que ya había olvidado”.
Cuando Dream se cansó de correr ambos se tumbaron al lado de un lago, y allí mirando las estrellas se quedaron dormidos.
Cuando comenzó a despuntar el alba ella abrió los ojos y vio a Dream a unos metros de distancia pastando, con las crines revueltas y ese aire despreocupado, no de caballo real, sino de caballo salvaje, de un ser libre. Tras muchos años, ella sonrió, sonrió y rió con ganas al verse libre: ya había tomado una decisión.
Marchó de vuelta al palacio corriendo como la noche anterior, nada más llegar las caballerizas le dijo a Dream al odio:
-Espérame aquí, en un rato vuelvo.
Cuando entró en el palacio aún no se habían percatado de su ausencia. Al pasar la puerta principal su madre ahogó un grito de indignación al verla tan sucia y con ropajes masculinos. Pero ella muy decidida se dirigió a su padre y, sin más preámbulos, le dijo:
-Papá, no seré heredera al trono porque mi hermano ascenderá a él, no seré más que la princesa de este reino y no viviré feliz entre estas cuatro paredes. Déjame, por favor, marcharme con mi caballo y mis pertenencias lejos de aquí, he descubierto mi felicidad, he descubierto que quiero ser libre, y es una cosa que en palacio no podré conseguir, por favor, déjame marchar.
La cara de todos os presentes era de asombro total, todos tenían una expresión de no entender nada, pero nadie habló, tras unos segundos el padre de la chica, no el rey del país, sino el padre de una chica cualquiera que quiere ser feliz, que quiere vivir su vida como a ella le apetece contestó.
Ya era casi de noche cuando la princesa terminó de recoger sus cosas. Todos sus familiares ya se habían despedido de ella y se habían marchado al pueblo para su paseo diario. Ya estaba dispuesta a marcharse cuando se le ocurrió ir a las caballerizas. ¿Quién se podría haber imaginado que tan solo un día atrás había sido tan cruel con ese chico? Quería agradecerle que la hubiera hecho abrir los ojos, la hubiera hecho volver a ser la chica que era.
Mas cuando llego a las caballerizas no se encontró a nadie, estaban vacías. Preguntó al ama de llaves que donde se encontraba el muchacho que había venido a trabajar nuevo en el palacio. Pero la repuesta fue:
-Princesa, creo que os equivocáis, desde hace mucho tiempo los caballos son cuidados por el viejo Joe, como ya sabréis. Ningún chico ha venido a cuidarlos, debe estar equivocada princesa.
Extrañada marchó a buscar a otros habitantes de palacio, mas todos respondieron lo mismo, ese muchacho debía no existir. Cuando caminó hacia las caballerizas una voz le hablo desde su interior:
“Veo que la princesa de gran belleza y con grandes ojos y enorme amabilidad es más que una imagen, ahora sí que veo que esa princesa es una persona real”
Tomó a Dream de las crines y le espoleó para comenzar su viaje.
A la luz de la luna caballo y chica eran el mismo ser, el mismo ser unido que se iba a un sitio mejor.  La princesa nunca supo si ese muchacho fue su imaginación, si existió de verdad, nunca supo si solo fue una visión que la hizo pensar o si era alguien que quería ayudarla. Nunca lo supo, pero siempre recordaría esos ojos oscuros, esos ojos tan profundos donde se había visto reflejada.
Siempre recordaría, por muchos años que pasaran, esos ojos que cambiaron su vida por completo.

jueves, 21 de febrero de 2013

Espera o actúa



Este sitio está lleno de noches sin arte, de abrazos vacíos, de mundos aparte...

"Arropada por el manto de la noche, arropada por la noche infinita, a la sombra de la luna, con todos esos detalles de mi vida, miro por última vez el horizonte de lo que una vez fue mi hogar. Debería estar feliz, debería estar sonriendo en vez de estar aquí, en vez de estar mirando lo que ha sido mi refugio por tantos años. Ahora mismo debería estar disfrutando de una fiesta, bailando sin parar, riéndome y saltando... Pero no puedo, sigo esperando." Una princesa de pelo rizado oscuro como el azabache, de ojos profundos y negros como el carbón. Una princesa de dientes blancos y labios rojos con tez morena y ojos rasgados. Una princesa valiente, una chica que nunca se rinde.... Esa es ella, pero hoy esa sonrisa que alegra a todo el palacio no ha aparecido, parece que alguien la ha robado. Tendría que estar ahora mismo disfrutando del baile, de ese baile que ha esperado por tanto tiempo... Pero no está en el salón de fiestas, está lejos, muy lejos de aquí, donde la luna la acoge en su seno, donde se siente abrazada. Es una chica valiente, fuerte y decidida. Ha pasado malos momentos en esta vida y buenos, como cualquier persona. Es una persona como otra, es un habitante más de Tersis, pero sigue esperando, sigue esperando un milagro que la haga ser feliz. He vivido con ella desde los tres años, hemos convivido juntos como hermanos, compartíamos secretos, juegos, hacíamos exploraciones a lugares inventados... Todo era perfecto, éramos felices en aquel entonces. Nunca me vio como algo más que un amigo, y yo nunca me planteé el hecho de querer ser algo más. Yo era un muchacho de la corte y ella una princesa, pero nos complementábamos  Yo llegue a la corte cuando aún era muy pequeño, ella me enseñó a escribir a leer y a comportarme. Yo a cambio la enseñé a luchar con la espada y el escudo, la enseñé a montar a caballo... Ella me enseñó lo que necesitaba y yo a ella lo poco que sabía. Los años pasaron y yo tenia mis quehaceres igual que ella su horario ajustado lleno de compromisos. Aunque nuestro tiempo juntos disminuyó, siempre encontrábamos un momento del día para vernos, para hablar de nuestras cosas y hacer tonterías. A ambos nos trataban como mayores, pero los dos seguíamos siendo un par de niños en un palacio lleno de personas con mentalidad seria, totalmente distinta a la nuestra. Años pasaban y cada vez nos veíamos menos, así que sacábamos jugo de todos esos pequeños momentos. Nos reuníamos todas las noches en el acantilado. Allí nadie nos veía ni oía, allí estábamos nosotros dos, nosotros dos como de verdad éramos, no como querían que fuésemos. Esa época era genial., todas esas escapadas al acantilado, todas esas noches en vela hablando con tu amiga. Todos esos secretos, eran los mejores. Pero ya crecimos, ya pasó demasiado tiempo y dejamos de hablar. Todas esas noches se fueron al garete, nuestra amistad desapareció. "He creado una coraza a mi alrededor, he hecho ver a los demás que soy una persona que no soy. He hecho que todos pensaran que era fuerte y valiente, que nunca lloraba y no sentía dolor, pero ahora mismo estoy tan destrozada por dentro y por fuera que es imposible fingir estar bien" La conozco bien, sé que nunca llora en publico, nunca muestra sus emociones y siempre hace ver a los demás que esta.bien, que todo sigue normal. Pero no es verdad: tras esa sonrisa de cada día se encuentra una tristeza tremenda, una carga que ha llevado y llevará siempre en su corazón: no es libre. No es libre de opinión ni se la valora. Vive en una sociedad en la que ella tan solo es una mujer, una mujer a la que hay que buscar un marido para que la dé un lugar donde vivir. Sé que no es como su madre y hermanas, ella no se preocupa sobre su pelo, su vestido o sus zapatos. Ella se preocupa por su sonrisa, por hacer ver a los demás que es feliz. No es como su padre que solo piensa en el negocio familiar y en cumplir la órdenes, ella las incumple para sentirse libre, es lo único que puede hacer para tener algo de libertad. Tampoco es uno de los guerreros de su ejercito, simplemente es la princesa del palacio donde vivo. Hoy se despide, se despide de todo porque se marcha lejos, se marcha a otro reino para celebrar su matrimonio con el rey de ese otro lugar. Un rey al que nunca ha visto y ni siquiera conoce. ¿Es feliz? Para nada, ahora lo que necesita es un abrazo, un abrazo y ánimos para seguir adelante. Necesita un amigo, un hombro donde apoyarse. No tiene que estar sola. "El baile ha comenzado y todos llevan vestidos vaporosos y voluminosos puestos, todos están contentos y comen y beben. Los invitados están preocupados por no despeinarse, por mantener sus joyas bien colocadas. Y luego estoy yo, con mi fino vestido anaranjado y mi pelo rizado suelto con flores en mi cabellera. Ahora no me siento lo suficientemente.bien como para seguir fingiendo divertirme. No lo pienso ni un segundo y salgo disimuladamente por la puerta trasera, por las cocinas. Ya fuera del salón corro a la puerta principal y salgo fuera. Miro hacia el cielo: hoy hay luna llena. Con todas mis fuerzas y mi rabia salgo corriendo, corriendo como hace mucho tiempo que no hacía. Oigo mi vestido rasgarse contra un tronco, pero nada me detiene. Sigo corriendo, las lágrimas de rabia traspasan mis mejillas, pero no paro. Los árboles del bosque pasan a una velocidad sorprendente a mi lado, giro la cabeza y veo el palacio haciéndose cada vez mas pequeño. Sigo corriendo. Seguramente será la última vez que podré hacerlo, así que continuo sin parar. Noto que mis pulmones piden aire, pero mis piernas necesitan continuar. Entonces llego al acantilado, y me freno. Tomo aire, respiro el aire fresco de allí arriba. Nunca he abandonado este lugar, todos los días lo he visitado... Pero ahora me siento sola, nadie me acompaña en este viaje. Ahora estoy yo contra el mundo, y necesito alguien que me ayude a continuar. Cruzo mis brazos en el pecho y comienzo a pensar. Mentalmente digo adiós a todo, a la luna, los árboles, al césped encima del cual tantas veces me he tumbado. Mientras hago esto las lágrimas no dejan de salir, por fin, tras tanto tiempo libero todo lo que había guardado. Entonces no lo aguanto mas y grito, grito para dejar toda mi furia, toda mi rabia contenida. Cuando termino de gritar, cuando me siento mas tranquila me tiro al suelo y me pongo a llorar, a llorar como una niña cuando pierde su muñeca. Pero esta vez no estoy sola." Ha huido del baile, ha salido corriendo, posiblemente una de las últimas veces que lo pueda hacer antes de casarse. Y yo salgo tras ella, esta noche no tiene que estar sola. Esta en el acantilado, esta mirando todo su alrededor. Se la ve tan bella con su sencillo vestido naranja rasgado, con su pelo suelto con flores en él. Toda su figura azotada por el viento, toda su vida reflejada en una imagen y un lugar. Entonces hecha su cabeza hacia atrás y grita. No es un grito malvado, sino un grito de alguien desesperado, alguien que no sabe que más puede hacer. Cuando deja de gritar cae al suelo, cae al suelo y deja su cascada de sentimientos fluir. Llora al saber que nada sera como antes, que el destino esta escrito y ella no ha podido cambiar el suyo. Me acerco a ella y la abrazo, la abrazo como hacía cuando todavía éramos un par de niños. "No estoy sola, él siempre ha estado ahí, siempre me ha ayudado a seguir adelante, y allí está, haciéndolo de nuevo. Cuando ya no me quedan lágrimas me retira el pelo de la cara y me mira a los ojos. Ya había olvidado esos ojos cálidos que siempre me habían acompañado. Tras mantener el contacto visual unos segundos me dice: "Recuerda que es de héroes sonreír cuando el corazón llora, que una persona valiente, aún con lágrimas en los ojos se las arregla para decir: estoy bien. Sé que no va a ser fácil, pero simplemente, recuérdalo. No te puedo acompañar en esta aventura, ahora tienes que continuar sola. Pero recuerda que siempre puedes esperar un milagro, puedes esperarlo o hacer tu propio futuro.
" Siempre le he tenido a mi lado y lo he dejado pasar. No es el momento para arrepentirme de lo que podría haber hecho, sino de pensar en el futuro. en esta aventura estoy sola. Tras una última mirada a la luna, a aquel sitio que fue mi hogar, me marcho a una vida nueva, a un lugar distinto y un futuro incierto."