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jueves, 7 de marzo de 2013

Mi imaginación y yo...

 Estoy aquí, esperando en la sala de espera del dentista. Esa sala cuadrada que tan poco me gusta… todos nos sentamos alrededor de una mesa, pero ninguno habla. Cada uno hace lo que quiere menos hablar: chatea con el móvil, juega con él, lee… No sé para que nos sientan en círculo, nadie se comunica.
 Justo a mi izquierda el asiento está vacío, la señora que lo ocupaba se ha ido al baño supongo...
Otro sitio más a la izquierda está una madre que no deja de cambiarse de sitio. Lleva esperando media hora a que su hija salga, y está estrada. Ha llamado dos veces por teléfono para hablar con el que supongo que sería su pareja o marido. Hablaba del examen de matemáticas de su hija, de los fallos tan gordos que ha tenido. No para de mover sus manos y de tocarse el pelo. Me está estresando a mí.
Sentados el sillón hay un chico de unos 15 años tan aburrido como yo. Está con su blackberry, su padre se ha marchado a poner el ticket del coche.
Mi padre es el siguiente, está enfrente de mí jugando con el móvil a alguno de sus juegos viciosos.
En una pequeña mesa para niños pequeños hay dos hermanos de 16 o 17 años que están preguntándose la lección mutuamente, se ríen y se deben llevar muy bien. Ahora están cantando bajito la canción que está sonando en su reproductor de música, comparten auricular. 
Mientras todo esto ocurre a mi alrededor yo debería estar estudiando, pero en lugar de eso estoy mirando por la ventana, miro como llueve.
Las gotas de lluvia recorren el cristal. Elijo una de esas gotas y la animo para ganar la carrera, para llegar la primera al marco de la ventana. Me encanta cuando llueve, me encanta oír el sonido de las gotas de agua en los cristales, me gusta coger el paraguas y cubrirme con él. Me imagino ahí fuera, empapándome con la lluvia. Me imagino dando vueltas y corriendo por la calle mojándome toda la ropa las nubes blancas son muy aburridas, todas iguales. Veo las nubes negras y a lo lejos se ve un rayo seguido, a la nada, de su trueno correspondiente.
Vuelvo a mi libro de lengua y comienzo a leer la siguiente pagina. No me apetece nada estudiar, no me apetece estar en la consulta del dentista… seguro que me ponen otro aparato. Comienzo a leer la parte que habla sobre el teatro antiguo, pero mi mente no está leyendo, mi mente está fuera, en la calle…
“Siento el pelo mojado pegándose a mi cara. Siento las gotitas de agua corren por mis mejillas, siento toda la ropa empapada pegada al cuerpo. Pero siento más, siento la necesidad de correr, y lo hago. Comienzo a correr esquivando a la gente que hay por la calle, cuando llego al cruce más cercano cambio de dirección y sigo corriendo. No sé por qué corro, simplemente lo hago, sigo corriendo. Los coches me salpican al pasar, me siento totalmente llena de lluvia, agua y barro, pero nada importa, mi sonrisa de la cara no se borra por nada del mundo. A lo lejos veo un parque y pienso: “perfecto”. Al llegar al parque todo se transforma, comienzo a bailar y dar vueltas entre los árboles. En este momento el mundo es mío, nadie me lo va a arrebatar.
Cuando me quedo sin aliento debido a mi carrera anterior me siento en un banco y río, río con ganas al saber la tontería que acabo de hacer”.



Vuelvo al mundo real cuando mi padre me pregunta sobre mi examen del día siguiente. Le respondo y vuelve a continuar jugando con su móvil. Mi imaginación comienza a hacer de las suyas y tiene una grandiosa idea:
“Ahora me encuentro en una carrera, estoy en la línea de  salida. Ya he corrido esta carrera otros años, pero esta vez voy a ganar, a por todas. No me he colocado muy bien en la línea de salida, pero espero recuperarlos pocos metros en la carrera. Justo antes de que comiencen la cuenta atrás una amiga me coloca delante de ella, en primera fila. Apenas tengo tiempo para responderla cuando el juez empieza a decir: “tres, dos, uno…”.
PIIIII! Mis piernas de pronto se ponen en marcha y comienzo a correr como una endemoniada. Comienzo con un sprint y adelanto a todos aquellos que están delante de mí. Cuando termina la primera recta es cuando se me ocurre plantearme que quizás he corrido demasiado, que las fuerzas se me van a agotar, pero eso no hace que deje de correr, sigo corriendo. En la primera curva ya solo hay una chica delante de mí, todas las demás corredoras están detrás. Me saca muchos metros, pero aún así intento alcanzarla.
Ya solo quedan unos doscientos metros para que termine la carrera, pero yo no puedo más, mis piernas corren inconscientemente, porque mis pulmones se sienten morir. Pero no me rindo, no soy de esas. Entonces, cuando ya estoy en la recta final oigo pisadas justo detrás de mí. A los dos segundos de oírlas, dos chicas me adelantan, me adelantan rapidísimo y no consigo mantener el ritmo para ganarlas. Ya estamos en la recta final y es cuando pienso: “has corrido segunda durante toda la carrera, lo has conseguido, has ganado, aunque no estés en los tres primeros puestos”. Y con las últimas fuerzas que me quedan hago el sprint final. Antes de llegar a la meta se oyen gritos por todas partes, gente que me anima. Veo la línea de meta y…”.


La señora que hay a mi izquierda comienza a moverse por la sala de espera. Todos la miramos con cara de: “¡Siéntese y tranquilícese ya por favor!” pero nadie lo dice. Mi cabeza vuelve a su mundo. Mañana tengo examen y voy a suspender, pero ahora no me apetece pensar en nada…




“Al entrar en contacto con el agua mi piel se tensa está helada. Para calentarme un poco comienzo a nadar. Mis brazos rompen el agua cortantes, me deslizo, no lucho con ella. Hago dos largos más antes de sumergirme por completo y salir para respirar. Todos mis amigos todavía están fuera sin decidirse a meterse en el agua. Les grito que está un poco fría, pero que está bien. Pero nadie se tira. Me sumerjo de nuevo, bajo el agua no pueden verme y aprovecho para mirarle. Tengo muchos chicos y chicas a mi alrededor pero bajo el agua, solo le miro a él.
Tiene el torso desnudo y se le marcan sus abdominales tan trabajados. Sus brazos están fuertes y sus piernas también, es un chico atlético. Sus ojos se ven desde debajo del agua, borrosos, pero ese color tan oscuro es imposible de no ver. Esboza una sonrisa, se están riendo entre ellos. Oigo su risa en mi cabeza y continuo observando su sonrisa, me encanta.
Me deslizo bajo el agua y salgo por el extremo opuesto de la piscina sigilosamente. Todos están hablando muy cerca del borde, así que me acerco por detrás y le empujo al agua. Mueve los brazos y cae sin remedio seguido de las risas de los demás. Me doy la vuelta para reírme a gusto cuando siento que alguien tira de mí hacia detrás. Pierdo totalmente el equilibrio y caigo al agua yo también. Cuando saco la cabeza fuera del agua resoplo con el pelo revuelto al ver que todos se está riendo más aún.
Me quedo mirando su pelo despeinado, su sonrisa y oyendo su risa durante dos segundos antes de salir de nuevo fuera del agua para reírme con ellos. Cuando conseguimos que todos se metan en la piscina comenzamos a hacer carreras de relevos.
Desde pequeña me ha encantado nadar, así que soy una excelente nadadora. Hacemos dos equipos, me toca competir contra él.
Comienzan a nadar los primeros y la competición está muy igualada. Al dar el relevo salen los segundos y ganamos un poco de ventaja con respecto al otro grupo. Los que estamos esperando nuestro turno gritamos y aplaudimos para animar a los nadadores. En la tercera tanda se vuelven a igualar los puestos, ya solo quedamos por nadar él y yo.
En cuanto mi compañera toca el bordillo me lanzo al agua con estilo y me deslizo bajo ella unos instantes. Cuando asomo la cabeza él ya está nadando. Mis brazos cortan la pequeñas olas que se han formado y sigo deslizándome. Tocamos a la vez el bordillo, solo falta volver y no voy a permitir que me gane. Me mira con cara de odio segundos después de lanzarnos al último largo como desesperados con tal de ganar. Ya no es un juego, ya es una competición entre los dos. Continuamos nadando y se pone súper cerca de mí para desafiarme. “¿Con que esas tenemos eh?-pienso” , y en vez de alejarme me acerco más para molestar. Cuando llegamos al bordillo todavía estamos pegado el uno al otro y sin parar de nadar. Tocamos a la vez y nos giramos para mira la cara del otro. Estamos a centímetros de distancia, nada más. El se acerca un poco…”

-Es tu turno – Me dice la dentista.
Yo vuelvo a la sala de espera y me levanto para entrar en la consulta. Cuando estoy caminando por el estrecho pasillo sonrío, al final no me he aburrido tanto en la sala de espera…

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