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domingo, 24 de febrero de 2013

Esos ojos oscuros...





Erase una vez una dulce princesa, una princesa cuyo padre era el rey más poderoso de todos. Su padre era un gran caballero amante de las batallas y ella una niña que había seguido su ejemplo. Era alta delgada y morena. Se corría la voz de que todo aquel que la mirara fijamente a los ojos, quedaba prendado de su belleza. Sus ojos eran cálidos, cálidos y amables. La madre de la princesa, la reina, ayudaba al rey en todo lo que podía, y enseñaba a la princesa todos sus conocimientos. La princesa creció feliz en palacio, siempre rodeada de lujos y criados. No era caprichosa ni mimada, pero adoraba los buenos tratos.
Un día, un día cualquiera de verano, cuando ella tenía catorce años  se acercó a las caballerizas para montar a su caballo. Cuando llegó descubrió que había llegado a palacio un nuevo chico. Era un chico bajito, no más alto que ella, con el pelo castaño claro y ojos oscuros. Cuando iba a coger el caballo, el chico la preguntó:
-¿Es usted la princesa del lugar?
-Sí- respondió ella- Esa soy yo.
-Me han hablado de su belleza, de sus ojos y de su amabilidad.
Con una sonrisa contestó:
-Debo sentirme halagada... Gracias.
-Déjeme terminar princesa, me han hablado de su amabilidad, de su belleza y de sus ojos, pero no de usted. He venido de un lugar lejano para cuidar a los potros de una princesa amable de grandes ojos y alucinante belleza, mas no sé a quien he venido a servir, ¿Me haría el gran favor de decirme para quién trabajaré?
La princesa se sonrojó, pero no supo responderle. Con desdén le dijo:
-¿Quién eres tú para decirle eso a una princesa de mi categoría?- giró sobre sus talones e indignada se marchó hacia palacio de nuevo. Cuando había dado tres pasos en sentido contrario a las caballerizas el hombre la dijo:
-Como pensaba, la gran princesa de alucinante belleza y bonitos ojos no es más que eso, una imagen.
La chica tuvo ganas de darse la vuelta y despedirlo en ese momento, pero algo impidió que lo hiciera. Se marchó a sus aposentos. Su habitación era amplia, con una cama grande con muchos cojines y dosel. A su derecha tenía una  gran ventana desde donde se veía todo el bosque. A la izquierda de la cama estaba el gran armario donde guardaba todos sus vestidos y ropajes. A los pies de la cama había un pequeño tocador con un espejo enorme. Lo único que hizo al entrar fue cerrar la puerta con llave para impedir que nadie entrara y se quedó observando  sus posesiones.
Mientras observaba su habitación miles de preguntas le vinieron a la mente: ¿era eso lo que quería? ¿Tendría razón el chico de las caballerizas y no era nada más que una imagen? Miles de recuerdos abarrotaron su mente:
De niña nunca le había gustado ser princesa, prefería soltarse el pelo, coger la ropa de su hermano y salir a correr y a jugar al campo. Recordaba que antes montaba a caballo todos los días, montaba a Dream, a sueño, su caballo. De pequeña todas las noches se montaba en su caballo y volaba colina arriba por el bosque. Antes era feliz, antes no tenía que preocuparse de su peinado, de su forma de sentarse o de hablar.
Mientras todos estos pensamientos pasaban por su mente se peinaba su largo cabello negro azabache. Entonces no lo soportó más, tiro el peine y se asomo a la terraza, estaba tan solo vestida con un camisón muy fino, cuando abrió las ventanas un golpe de aire la golpeó, pero la hizo sentir libre, la hizo sentir por fin que volvía a ser ella. Corrió a la habitación de su hermano, y sigilosamente le cogió un par de botas de hombre, una de sus ropas y bajó las escalera con cuidado de no despertar a nadie. Cuando estaba ya en la parte de abajo del palacio marchó por la puerta de atrás directa a las caballerizas. Allí se encontró con Dream, le quito la silla y las cuerdas, quería sentirse libre. Cuando ya estaba Dream libre de toda atadura montó, y a pelo comenzó a galopar, a galopar como antes hacía.
“El pelo golpeándome la cara, el aire moviéndose a mi alrededor, el bosque. Noto los músculos de mi caballo debajo de mis piernas, noto esa sensación de velocidad, me siento volar, volar por encima de todas las nubes. Dream relincha, grita a la luna que es de nuevo libre, que vuelve a correr como antes hacía. Vuelvo a sentir lo que ya había olvidado”.
Cuando Dream se cansó de correr ambos se tumbaron al lado de un lago, y allí mirando las estrellas se quedaron dormidos.
Cuando comenzó a despuntar el alba ella abrió los ojos y vio a Dream a unos metros de distancia pastando, con las crines revueltas y ese aire despreocupado, no de caballo real, sino de caballo salvaje, de un ser libre. Tras muchos años, ella sonrió, sonrió y rió con ganas al verse libre: ya había tomado una decisión.
Marchó de vuelta al palacio corriendo como la noche anterior, nada más llegar las caballerizas le dijo a Dream al odio:
-Espérame aquí, en un rato vuelvo.
Cuando entró en el palacio aún no se habían percatado de su ausencia. Al pasar la puerta principal su madre ahogó un grito de indignación al verla tan sucia y con ropajes masculinos. Pero ella muy decidida se dirigió a su padre y, sin más preámbulos, le dijo:
-Papá, no seré heredera al trono porque mi hermano ascenderá a él, no seré más que la princesa de este reino y no viviré feliz entre estas cuatro paredes. Déjame, por favor, marcharme con mi caballo y mis pertenencias lejos de aquí, he descubierto mi felicidad, he descubierto que quiero ser libre, y es una cosa que en palacio no podré conseguir, por favor, déjame marchar.
La cara de todos os presentes era de asombro total, todos tenían una expresión de no entender nada, pero nadie habló, tras unos segundos el padre de la chica, no el rey del país, sino el padre de una chica cualquiera que quiere ser feliz, que quiere vivir su vida como a ella le apetece contestó.
Ya era casi de noche cuando la princesa terminó de recoger sus cosas. Todos sus familiares ya se habían despedido de ella y se habían marchado al pueblo para su paseo diario. Ya estaba dispuesta a marcharse cuando se le ocurrió ir a las caballerizas. ¿Quién se podría haber imaginado que tan solo un día atrás había sido tan cruel con ese chico? Quería agradecerle que la hubiera hecho abrir los ojos, la hubiera hecho volver a ser la chica que era.
Mas cuando llego a las caballerizas no se encontró a nadie, estaban vacías. Preguntó al ama de llaves que donde se encontraba el muchacho que había venido a trabajar nuevo en el palacio. Pero la repuesta fue:
-Princesa, creo que os equivocáis, desde hace mucho tiempo los caballos son cuidados por el viejo Joe, como ya sabréis. Ningún chico ha venido a cuidarlos, debe estar equivocada princesa.
Extrañada marchó a buscar a otros habitantes de palacio, mas todos respondieron lo mismo, ese muchacho debía no existir. Cuando caminó hacia las caballerizas una voz le hablo desde su interior:
“Veo que la princesa de gran belleza y con grandes ojos y enorme amabilidad es más que una imagen, ahora sí que veo que esa princesa es una persona real”
Tomó a Dream de las crines y le espoleó para comenzar su viaje.
A la luz de la luna caballo y chica eran el mismo ser, el mismo ser unido que se iba a un sitio mejor.  La princesa nunca supo si ese muchacho fue su imaginación, si existió de verdad, nunca supo si solo fue una visión que la hizo pensar o si era alguien que quería ayudarla. Nunca lo supo, pero siempre recordaría esos ojos oscuros, esos ojos tan profundos donde se había visto reflejada.
Siempre recordaría, por muchos años que pasaran, esos ojos que cambiaron su vida por completo.

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