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viernes, 17 de mayo de 2013

Vuelvo a verte

Y de un día a otro todo cambia, todo se destroza o todo mejora de golpe.
32 años, bajita, profesora de universidad y soltera. Todo por un mínimo error que lo cambió todo.

Comencé a salir con Luis a los 16 años. Siempre nos dijeron que iba a ser un amor adolescente, y así lo creí yo al principio. Rompimos en verano porque no queríamos ser infiel el uno al otro, pero yo no tuve ningún lio de verano. A la vuelta al colegio no comenzamos de nuevo a salir, había que estudiar bastante, pero como si estuviésemos juntos, nos contábamos todo, hacíamos todo juntos… la única diferencia era que nos besábamos en la mejilla y no en los labios, por lo demás éramos novios. A los 18 años estábamos los dos con la cabeza bien centrada y un día me pilló desprevenida y me besó en los labios. Desde entonces volvimos a estar juntos. Mi madre no aprobaba nuestra relación, decía que yo era una chiquilla con la cabeza llena de pájaros y Luis un rebelde sin causa, pero los dos estábamos locamente enamorados.

Estuvimos 4 años juntos, hasta mi último curso de la universidad. En un semestre ya tendría mis notas y sería una profesora oficialmente, mi vida giraba perfectamente, cuando Luis vino muy preocupado un día a mi casa a hablar algo seriamente conmigo. Ese día me dijo que se tenía que ir, se tenía que ir a América por motivos laborales (tenía cuatro años más que yo y trabajaba de ingeniero en una importante empresa del país), al decirme esto mi vida se desplomó por completo. Iba a estar fuera todo un año al menos, pero podía ser prorrogable. Las dos semanas siguientes fueron bastante malas, pero conseguimos llegar a una solución, porque no era fácil mantener una relación a distancia: habíamos acabado. A los pocos días de la ruptura amistosa, él marchó a América y a los cuatro meses me saqué mi grado de profesora.

Entré a trabajar en el instituto donde yo había estudiado, pero los recuerdos me hicieron cambiar de trabajo a un colegio del centro de la cuidad. Allí enseñaba ciencias sociales a los alumnos por la mañana y por las tardes acudía a la universidad a dar clases de historia contemporánea. Pasaron seis meses en los cuáles me comuniqué con Luis y estuvimos al día el uno del otro. Pasaron meses y meses, pero Luis no volvía a Madrid. Cada vez hablábamos menos, nos íbamos distanciando, y llegamos a no hablarnos durante ocho largos meses que pasé dando clases en todas las clases que me pidieron. Me concedieron títulos por mis dotes como profesora, y vivía felizmente en un pequeño piso en Gran Vía. Mi vida volvía a rodar perfectamente.

Dos semanas después de cumplir los 25, recuerdo bien esa fecha, recibí una carta. Una invitación de boda. La de Luis Arranz y Carolina Domínguez. Se iban a casar. Antes e nada mandé una felicitación por correo a Luis y le llamé para intentar comunicarme con él, pero hay una diferencia de unas 6 horas hasta América, así que no estaría en casa. Dos días después me contestó diciéndome que estaba emocionadísimo, que quería a Carol muchísimo y que era la persona más feliz del mundo. Cuando ocurrió todo esto ya habían pasado dos años desde que se marchó. Tengo que admitir que me dolió que se casar cuando yo había tenido algún que otro rollo pasajero, pero nada más.

Desde entonces continué mi rutina habitual, pero apareció Jon en mi vida. Un chico de las Canarias que vino nuevo como profesor de arte al instituto donde yo trabajaba. He de reconocer que hicimos buenas migas juntos. En los descansos solíamos ir por ahí a tomar un café o simplemente dábamos un paseo sin rumbo fijo y hablando de cosas sin importancia. Era un chico perfecto. Todo nos iba genial, y un día como otro cualquiera comenzamos a salir juntos. Tras dos años de relación me fui a vivir con él en un piso cera del retiro.

Todas las mañanas salíamos a correr y terminábamos llenándonos de besos en la cama. Era feliz, por fin, tras mucho tiempo esperando, era feliz. Corté toda relación con mi familia cuando me fui a vivir a Gran Vía, pero quise contar a mi madre lo bien que me iba todo, así que acudí un día a su antiguo piso, donde vivía hace bastantes años. No había nadie, se habían marchado. El portero no pudo decirme con exactitud dónde ni porqué, pero se habían marchado dejándome abandonada. Jon estuvo ahí para consolarme, Jon estaba ahí para todo.

Me acuerdo bien del verano que siguió a todo esto, porque Jon se fue a Canarias a visitar a su familia. Y yo me quedé en mi antiguo pisito de Madrid. Todas las mañanas daba un paseo por mi querido Madrid y admiraba todo, su cielo, sus monumentos… es cierto que hacía calor, pero esta ciudad era mi hogar. Un mensaje de texto fastidió uno de mis pases matutinos con su sonido. Era de Luis. Decía:

“En el Retiro, al lado de los cipreses donde nos escondíamos hace años, dentro de dos horas, te espero”

Estaba en Madrid, no me lo podía creer. Debajo de los cipreses, donde nos escondíamos en la época universitaria de las miradas ajenas para poder besarnos. Donde nos escondíamos de mis padres, el lugar de tantas citas románticas que tuvimos. Corrí a cambiarme a mi piso y a la hora indicada estaba lista y preparada para irme. Cuando llegué no había nadie, así que esperé, y esperé. Cuando ya comencé a pensar que era una broma pesada

“claro, ¿cómo has sido engañada tan fácilmente? Está en América imbécil”

Justo en el momento de marcharse oí una respiración tras de mí y caí al suelo empujado por una persona que surgió de entre los arbustos. Rodamos por el suelo riéndonos como niños, recordando viejos tiempos, y cuando conseguimos tranquilizarnos nos sentamos a hablar pacíficamente. Hablamos de su matrimonio, hablamos de mi vida con Jon, hablamos de todo, pero no de nosotros, ese tema no lo tocamos. En América Luis mantenía su empleo fijo y todo le iba perfectamente con Carol, vivían a las afueras de la ciudad e una pequeña casa en el campo. Estaba anocheciendo cuando se me ocurrió preguntarle que qué le traía por aquí, y la respuesta fue. “Deseaba ver mi precioso Madrid por última vez, despedirme”.

Iba a estar por la ciudad seis días antes de marchar a argentina de nuevo, lo más normal, para siempre. Esos días los aprovechamos, ¡vamos que los aprovechamos! Estuvimos todo el día de aquí a allá haciendo cosas como los buenos amigos que éramos antes de todo, parecíamos dos adolescentes enamorados dando tumbos por Madrid. La noche de antes de marcharse nos fuimos a cenar a un precioso italianos, nuestro restaurante favorito, y después marchamos a ver las estrellas a la casa de campo. Luis se iba muy de madrugada a la mañana siguiente, y dormiría en el avión, pero yo tenía que acudir a una reunión a la universidad, así que no podría ir a despedirle al aeropuerto, por eso estuvimos toda la noche allí hablando. Recuerdo que estábamos en silencio, simplemente disfrutando de la compañía del otro, estaba disfrutando de la compañía de mi mejor amigo antes de verle desaparecer para siempre. Estábamos completamente callados cuando me dijo:

- Su, mi matrimonio no va muy bien. Me precipité demasiado con la idea, y acababa de conocer a Carol. Es una buena chica y somos felices juntos, pero eso no es lo que yo quiero.

Le dejé seguir hablando, supuse que necesitaba desahogarse.

- Carol quiere empezar a tener hijos ya, quiere formar una familia, y lo veo normal. El problema es que no sé si ella es la persona con la que quiero formar una familia, no… no siento lo mismo por ella que lo que sentía por ti, Su… éramos felices, ¿recuerdas? Dos jóvenes adolecentes enamorados. Y lo jodí todo, tuve que irme y fastidiar por completo mi vida, nuestra vida. Llevamos tres años juntos, pero creo que ella no me quiere tampoco a mí como deberíamos querernos, ella sigue queriendo a su ex, que no podía mantenerla debido su reducido sueldo, y por eso se acabó todo. La quiero mucho Su, pero no puedo evitar que pensamientos negativos pasen por mi mente de vez en cuando. Parecemos distantes, no lo que debería ser una verdadera pareja.

Mantuve el silencio que se había formado, y Luis lo volvió a romper:

- Tengo que probar, no hay nada que perder.

Inmediatamente después me tocó la mejilla con la mano derecha y se me acercó peligrosamente sin pedir permiso. No hacía falta que lo pidiera, estaba deseándolo. Puso su otra mano en mi nuca y me besó. Primero posó sus labios en los míos, más tarde el calor mos inundó a ambos y me acercó aún más a él. Nuestros labios se movían desesperadamente, nos necesitábamos el uno al otro, y nos deteníamos a coger aire cada poco tiempo, pero seguíamos abrazados estrechándonos el uno al otro. De pronto la intensidad del beso bajó, y se apartó de mí. Los dos murmuramos a la vez:

- No debería hacer esto, yo… Jon…
- No debería haber comenzado, oh dios… Carol.

Nos despedimos con un beso en la mejilla y los dos muy sonrojados. Nunca supe si fue un buen adiós, porque realmente no lo dijimos, pero ese beso me era necesario en ese momento.

Ya volvió la época de trabajar y reanudé mi trabajo y mi vida con Jon sin decir ni una palabra de mi encuentro con Luis. Pero Jon no era tonto, y me notaba distante. Dejé de dar clases en la universidad para poder dedicar mi tiempo a lo que me gustaba, a hacer deporte. Todos los días salía a correr y a nadar a la piscina municipal y me puse realmente en forma. Jon dedicaba ese tiempo libre a pintar, que era su hobbie, y vendió algunas de sus obras a ricos vendedores que pagaron bastante por ellas. El resto del tiempo lo pasamos juntos. Llevábamos 5 años juntos, pero nunca habíamos hablado del matrimonio, ya que ambos estábamos felices así, juntos y con nuestra vida normal. No hacíamos nada que los otros matrimonios pudieran hacer, así que no había necesidad alguna de casarse.

Notaba que la vida se escapaba de mis manos, que ya no tenía 20 años para divertirme y salir con mis amigas. Ahora mis amigas trabajaban en trabajos aburridos para gente aburrida que vuelven a cualquiera una perdona aburrida. Dejé de quedar con mis antiguas amigas y solo me quedaron un par con las que me seguía viendo. A los 32 años no soportaba más mi monotonía de mi vida, algo iba mal, algo me ataba. Es verdad que Jon se había vuelto un poco presionante durante estos últimos meses, es verdad que no me dejaba salir con tanta facilidad, me retenía en casa, o si me iba me hacía escribir en un papel donde poder encontrarme. Decidí cortar con él antes de que las cosas fueran a peor, antes de que me agobiara tanto que no soportara su presencia.

Los primeros meses fueron duros, pero ahora estoy acostumbrada. 32 años, bajita, profesora de universidad y soltera. Retomé mi trabajo en la universidad y a que  necesitaba tanto tiempo libre, y me hice el carnet de la biblioteca más cercana donde alquilaba películas casi todos los días, de amor, de aventuras, de misterio, de miedo… de todo. Hice nuevos amigos en mi vecindario con los que iba a tomar unas cañas de vez en cuando, y seguí hablando con Jon y saliendo por ahí con él, pero de forma más informal, no serio.

Como siempre, mi vida volvía a ir sobre dos patas cuando comenzaron los problemas. Una noche el vecino del quinto llamó borracho a mi puerta, me apuntó con una pistola y me hizo darle todo el dinero que tenía. Por miedo a ser disparada y que me matara, cogí mi cartera y le di lo que había sacado del banco esa misma mañana. No era mucho, y tenía más dinero en la mesilla de mi habitación, pero bajo llave. Le debió `parecer poco, porque me puso la pistola en la cabeza y me dijo que si no le daba el dinero que tenía dispararía. Me acerqué a mi mesilla y cogí el poco dinero que tenía ahorrado para hacer un viaje a alguna parte del mundo. No era mucho, pero eran mis ahorros. También se los di. No era mucho dinero, pero para una solterona sola que vive en un piso de la Gran Vía era suficiente. Notaba su aliento apestoso en mi cara, tiró la pistola a un lado y me empujó contra la cama. Me aprisionó los brazos y las piernas con fuerza y comenzó a bajarme el pantalón. Me tapó la boca con una mano y me cortó la respiración casi por completo. Iba a ser violada, en mi propia casa. Comencé a dar patadas, pero era un hombre fuerte y yo era bastante delgada y bajita, así que era como intentar mover una roca. Le, mordí con fuerza la mano y conseguí gritar un poco, segundos antes de que m la volviera a tapar. Creí que ya no iba a conseguir nada, me estaba golpeando la cara con ambas manos y ya no tenía fuerzas ni para gritar, cuando llegó el portero de la casa y consiguió sacarme de ahí. El intento de violación me amargó la vida.
Huí a otro piso, al antiguo piso de mis padres, y me encerré todo el fin se semana sin salir. No quería ver a nadie ni que nadie me viera a mí. Me desconecté de todos los medios posibles de comunicación, y días más tarde miré la bandeja de entrada de mi e-mail en busca de un correo que me alegrara, de algún amigo lejano o alguna tontería. Tenía diez mensajes que fui leyendo y eliminando mientras terminaba de leer. El último era de Luis, a las 4.13 de la mañana del sábado.

Carol y él habían decidido separarse amistosamente, ninguno de los dos quería eso, ninguno de los dos quería vivir de esa forma, engañando al otro. Carol volvió a vivir con su ex, y Luis estaba planeando volver. De esto hacía ya 4 meses, pero en el correo Luis me decía que no había querido avisarme por miedo a que yo no estuviera der acuerdo con su decisión. Volvía a Madrid, el día 21 de marzo, ósea la mañana siguiente. Al final del correo ponía lo siguiente:

”Su, ya sé que aquí tienes tu vida, sé que has logrado formar una vida sin mí, pero yo no sin ti. Si no quieres verme o estar conmigo lo entiendo, llevamos 5 años sin hablar y tú eres feliz con Jon. Solo quiero asegurarme de una cosa, si quieres que esté en tu vida, ven al aeropuerto, si no te veo aparecer, tomaré un taxi a algún lugar apartado del centro y no apareceré más”

Llegaba el 21 de marzo a las 9 de la noche. Miré mi reloj, las 8. Si me daba prisa llegaría al aeropuerto a tiempo, podría tomar de nuevo mi vida con Luis, la vida que dejé por un simple adiós. Olvidaba que hoy había un gran evento deportivo, así que cuando llegue a la carretera para ir al aeropuerto la encontré llena de coches hasta arriba. No llegaría a tiempo, no lo conseguiría.

9.00 – Luis:
Estamos aterrizando ya. Tengo miedo. Mucho miedo y todo hay que admitirlo. Si no aparece… si no aparece esta idea habrá sido un completo desastre.
9.00 – Susana:
Ya estará aterrizando el avión y yo todavía estoy en el coche. Por favor, que algo le haga permanecer en el aeropuerto unos segundos más, por favor.
9.15 – Luis:
Ya estamos bajando del avión, en breve tendré mi maleta y podré salir fuera a ver si su ha a aparecido.
9.15 – Susana:
No me lo puedo creer, sigo aquí. En cinco minutos llegaré al aeropuerto. Esperemos que aún no tenga su maleta.
9:30 – Luis:
Ya tengo la maleta. Delante de mí se hayan las puertas corredoras para salir, pro no me atrevo. Tomó aire y doy un paso adelante. Las puertas se abren y busco su pelo rubio entre la multitud, pero no lo encuentro. No ha venido Luis, te arriesgabas a eso, lo sabías perfectamente. Con la cabeza gacha intentando ocultar mis lágrimas me pierdo entre la multitud del aeropuerto de Barajas y me dirijo a coger un taxi que me lleve lejos de aquí.
9:30 – Susana:
Son las nueve y media y aabo de entrar por la puerta del aeropuerto. Para cuando veo la puerta de salida de los pasajeros del vuelo de Argentina, tan solo quedan un par de familias esperando a que lleguen sus familiares. Pregunto si han visto a un chico alto, con el pelo castaño y una maleta azul marino y nadie me sabe decir nada, pero corro a la parada de taxis.
“si no te veo aparecer, tomaré un taxi a algún lugar apartado del centro y no apareceré en tu vida más”
Eso había dicho. Corrí todo lo que pude aguantándome las lágrimas, no quería perderle, otra vez no. Y ahí estaba, al final de la fila de taxis mirando al horizonte, esperando. Grité su nombre, pero estaba muy lejos. Lo volví a gritar cuando me fui acercando y se giró. Se giró y me vio. Corrió hacia mí y nos fundimos en el abrazo más fuerte que se podía haber visto jamás. Me levantó por encima de él y enterró su cara llena de lágrimas en mi hombro mientras yo me aferraba a él con todas mis fuerzas. Nos separamos unos segundos para mirarnos y nuestros labios se encontraron. No fue un beso bonito ni apasionado, simplemente lo necesitábamos, lo necesitaba. Ansiábamos este momento. Seguíamos abrazados cuando el dueño del taxi nos regañó, no quería esperar más o cogerá otros clientes. Nos reímos y nos secamos las lágrimas. Nos montamos en el coche y pusimos la radio. Estaban sonando Malú y Pablo Alborán, Vuelvo a verte.

Y es que vuelvo a verte otra vez,
vuelvo a respirar profundo,
Y que se entere el mundo que de amor también se puede vivir.
De amor se puede parar el tiempo,
No quiero salir de aquí
porque vuelvo a verte otra vez,
Vuelvo a respirar profundo,
Y qque se entere el mundo que no importa nada más.

Oímos la canción en completo silencio, y al terminar nos sonreímos. Y comenzamos a reírnos a carcajadas. Volvíamos a casa, por fin volvíamos a casa.

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